domingo, 27 de marzo de 2011
Por una Poesía Evolucionaria
Digamos que estaba descuidado cuando la poesía entró en mi vida, y ya en el oficio de vivir, continúo poetizando. “Sobrevivir nos cuesta toda la vida” me dijo el poema, y entonces agarré libros y libros y libros y me puse a leer como condenado a muerte. Leía todo lo que caía en mis manos y lo sigo haciendo, pero el peligro de leer es que aprendes a leer bien y entonces ya no crees todo lo que te ponen a leer. Así llegué a la SOGEM, aprendí y dejé de creer en la SOGEM; después fui becario del Centro Chiapaneco de Escritores. Creo en ellos todavía. El Centro ya desapareció pero seguimos con las lecturas. De Chiapas vine a vivir al D.F., ciudad en donde nací y en donde estoy naciendo aún. Al salir de Chiapas pensé en la fraternidad de los poetas, ¡oh, ilusión, inocencia del viajero! Llegué y tuve los primeros topes contra la pared invisible o contra la región más transparente del aire. Golpes que no se dieron a esperar y ahí estaba yo con mi chipote en la frente de la imaginación.
Nada era como yo pensaba: primero se dividieron los poetas ¬-los institucionales y los otros- los primeros no escuchaban, ni veían, ni hablaban con los otros (método de Paz, o tal vez desde los Contemporáneos). El método del ninguneo en pleno y de plano.
Por lo consiguiente, los no vistos, ni escuchados, ni vividos y mucho menos publicados tampoco quieren saber de los institucionales. Al final vivimos un ambiente poético en donde nadie sabe de nadie, aparentemente.
Así conocí a varios poetas burócratas, comencé a fraternizar con los niveles del infierno poético mexicano. Supe de estos burócratas que se dicen poetas y que obstruyen a otros que parece son más poetas que ellos. Pero ellos, al servir a su causa dentro de una institución, no quieren o no permiten que otros disfruten de las mieles de la institución u organismo cultural. De éstos existen muchos más de lo que creemos, ya sea en Conaculta, universidades, Coneculta, Inba o institutos de cultura de cualquier gobierno estatal. Estos escritores o poetas funcionarios son muy extraños: creen merecer el parnaso mexicano con todo y águila y nopal y hasta el Palacio de Bellas Artes. El ego habla más que sus obras. Y cuando los vas a ver, aunque sean funcionarios, no quieren dar nada ni que les pidas nada. Y siempre actúan como si te estuvieran haciendo un favor. Aún siendo burócratas, si se les recuerda que son burócratas, te dejan de hablar y cierran la puerta de sus oficinas. Como si fueran realmente sus oficinas. Increíble espejismo que se forman. En fin, de éstos conozco muchos y mejor olvidarlos. Por sus obras los desconoceréis.
Los otros poetas son los premiados, entrevistados, publicados; los poetas que siempre caen parados pero cuya poesía es dudosa al regodearse en la docilidad del arte por el arte. Poetas que hacen de sus obras y del grupo de amigos “casa de los espejos”. Y no significa que el poeta tenga que ser revolucionario, no, sólo se trata de un poco de ética humana, de lo más básico para creerles y leerlos con más ganas, pero esto no pasa. Estos poetas viven con la Diosa blanca, o son místicos de universidades o son becarios eternos o jóvenes de toda la vida y crean fundaciones dudosas de donde sale toda la “poética nacional” y más que cosmopolitas suenan a “pueblo poetero”. Estos poetas no dan paso sin huarache y son reinas y reyes de todas las primaveras y carnavales del país y fuera del país. Son poetas que se preocupan más por su fama y su pose que por su estética e ideas. Y nunca de los nunca quieren ser interrogados sobre sus nexos o palabras libres con el presupuesto o el poder.
Los poetas de talleres, de encuentros y de ferias de libros, son especialmente chistosos: se la pasan en cada rincón de cualquier pueblo con tal de leer sus obras completas que se autoeditan, se autopremian, automencionan, se autoelogian, se autocomplacen, se autoreseñan. Poetas que buscan la foto en cada esquina junto a un poeta “reconocido” y que por lo tanto creen que ellos serán así mismo reconocidos y aplaudidos y llenos de decoro y bien portados y se felicitan en cada salón de presentaciones y en los bailes de los encuentros de poetas y no se preocupan tampoco por la poesía, sólo les interesa su poesía y las reseñas de sus poemas y así hasta que mueren olvidados por su propio grupo, si no tienen la mala fortuna de que algún vivo instaure un premio con su nombre en su pueblo o colonia o delegación o casa de cultura. En fin que estos eventos son deplorables. Y llegan a caer en el ridículo y en lo patético.
El engaño y autoengaño es de lo más común y necesario para pasar por todos estos círculos. Si no hay engaño no hay venta, si no hay venta no hay poesía. Pero primero es creérselo aunque después no escuchen nada ni a nadie. Vírgenes viciosas nuestros pueblos.
Para comenzar a concluir, vienen las vacas sagradas de la Academia Mexicana de la Lengua, los becarios del Sistema Nacional de Creadores y demás eméritos que dicen decir que dicen ser conocidos, que dicen ser leídos y “muestran al pueblo su cultura”, que en este caso sí es su cultura. La realidad es que a nadie le hacen daño pero tampoco a nadie le hacen bien. Pasan como todo en este pueblo de solos: con mínimos aplausos que ellos creen universales. El engaño otra vez. Parece que el poeta trabaja más con el engaño y autoengaño que con palabras.
Y luego están los poetas extranjeros que vienen a decirnos cómo se le hace para ser poeta extranjero y vivir como en casa. Yo mismo me asumo como extranjero en mi país, todos somos extranjeros. Pero unos abusan de este título de extranjería.
Así, cuando llegué de Chiapas, fui, miré y salí corriendo de cada uno de esos grupos. Puedo decir con cierto orgullo que los conozco a casi todos, desde lo más subterráneo y outsider hasta los más encumbrados poetas de esta ciudad de México. Terrible y gustosa experiencia. Nada recomendable. Por eso, el hacer listas en donde defendamos a unos y ataquemos a otros, creo es inexacto, pues “todos tenemos cola que nos pisen”, como dirían en la calle.
Creo que tenemos varios problemas que resolver si queremos ver a la poesía mexicana de distinta forma y liberada de toda burocracia. Creo que en estos momentos la poesía mexicana, como muchos rubros del arte, está secuestrada, principalmente por dóciles poetas, una burocracia feroz y el miedo a decir o a opinar aún equivocadamente. Tal vez ellos, los poetas oficiales, en su ingenuidad, no se dan cuenta de lo que están haciendo mal.
Quiero ser inocente y entonces alertarlos y decirles que se están equivocando. Uno de los síntomas de que se equivocan es que la poesía mexicana hace muchos años no da nada bueno a la poesía mundial. Ningún poeta mexicano influye de manera estética a ningún otro poeta de otras latitudes. Me imagino que se debe a que estamos más preocupados por quién nos mantiene que por crear una voz propia y verdaderamente poética.
El miedo, como ya mencioné, es otro enemigo de la poesía en México: miedo a perder el premio, la beca, el apoyo, los viajes, la publicación y los encuentros; miedo a todo menos al poema, verdadera misión para el poeta.
Para construir una Poesía Evolucionaria habría que:
Quitar de en medio todos los premios de poesía. Es más: prohibirlos. No permitir que se premie a los poetas, ni premiar a la poesía. Es absurdo premiar algo como la poesía, ya que la calidad de una propuesta poética –cuando la hay– no puede justificarse con el monto de un premio. Quitar del panorama, del mapa, a los premios y premiados. El premio detiene el motor creativo. A estas alturas los premios no sirven de nada a la poesía. Sólo sirven a la cuenta del poeta.
Acabar con los encuentros de poetas. Son ridículos y sólo sirven como pasarela de egos donde nadie se escucha y todos aplauden en automático. Son patéticos, verdaderos clubes del recuerdo. En todo caso, sólo sirven a los interesados y sus intereses.
Quitar de una vez y para siempre becas y estímulos a los creadores. Es innegable que a lo largo de la vida de estos incentivos, no han servido de nada, más que para hacer engordar a escritores y escritoras.
La otra solución, menos drástica, es que todos gocen de estas ayudas del gobierno. Que todo sea realmente rotativo. Que los grupúsculos literarios que ofrecen, califican y dan las becas y estímulos sean diferentes cada seis meses o cada año; que a veces les toque a los H. y a veces a los L. y otras veces a los P. y así hasta que se acabe el abecedario y todos quedemos contentos y gordos. Que todo nos toque a todos. Incluyendo, sin diferencias racistas, a escritores indígenas.
Por todo lo anterior, resulta que el problema de que uno aprenda a leer, a veces tan bien, es que uno termina por ya no creerles a los que se dicen escritores o poetas mexicanos. El aprender a leer nos lleva a buscar más, cada vez más, como poseídos, como endemoniados. Y este acto de lectura libre es en detrimento de los propios poetas que nos dicen que tenemos que leer.
Cuando leemos volteamos, regularmente a otras partes con mayor cantidad de aire y de ideas. Con mayor y mejor poesía. Quiero y necesito desde hace tiempo gozar de una poesía libre de políticos-escritores-burócratas del país. Esto tampoco significa que esté completamente de acuerdo con todo lo alternativo o lo rebelde. También existen grandes fallas en estos grupos, la más grave, es no leer o leer a conveniencia.
En fin que esto está tremendo para cambiarlo. Parece una carta a algún dios muy milagroso, un dios de lo imposible.
Mi experiencia propia es haber platicado con muchos de los escritores y poetas reconocidos y descubrir que su palabra está muy alejada de su corazón y ambos de sus ideas. Que no eran esos escritores que yo veía y sentía de una forma tontamente romántica. Porque no esperaba yo que los poetas fueran santos, pero tampoco pensé que fueran tan tontos. En fin, mi aprendizaje indica que no les puedo creer, casi ya a ninguno o ninguna de las poetas o escritores que en los medios públicos o en los institutos de cultura me dicen que son los representantes de los poetas en México.
Los seguiré leyendo porque me gusta leer y leo hasta a mis enemigos, a diferencia de muchos que no leen ni a sus amigos. Y espero hacer todo lo posible con mis poemas para cambiar esto y liberar a la poesía mexicana de sus mafiosos captores así como seguir con este proyecto personal e individual, porque nunca me interesó formar parte de ningún grupo, decisión que, me imagino, perjudica mi posibilidad de obtener alguna beca (jejeje).
Espero que esta propuesta se vaya tornando más seria y adquiera mayor fundamento, no sólo al proponer, sino al darle seguimiento a las bases para descubrir una Poesía Evolucionaria.
Sin más por el momento, recibe un abrazo fraterno y espero seguir platicando contigo, porque creo que la palabra al final de los tiempos terminará liberando al poema.
Gracias.
¡Poesía!
Marco Fonz
Marzo, 2011
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