domingo, 20 de febrero de 2011

Cuando el poeta encuentra a sus poetas









Cuando el poeta encuentra a sus poetas: felicidad. No existe nada más que buscar porque todo se encuentra en un orden y el caos desaparece. Lo que tenía valor máximo en otros tiempos queda en un estado mínimo de importancia y nueva luz se acomoda en los brazos del corazón del hombre. Todo se calma, todo se detiene, existe la respiración y la paz en cada segundo. La tempestad deja restos del barco destruido, en este caso la tempestad pasada dejó al poeta entero y sólo se limpió los ojos para darse cuenta de que existe y es feliz. Algo se perdió en el pasado, algo que no se extraña.
La fuerza se vive más si no se vive en las repeticiones, hay que saber cuándo dejar de repetir las mismas cosas, los mismos sitios, los mismos nombres, hay que aprender a decir nuevas cosas y dejar el repetir en su vuelta tras vuelta tras vuelta. Ocupar nueva lengua.
Nada qué extrañar, la poesía conserva su rumbo, el poeta conserva su misión y junto con nuevas sonrisas y abrazos el poeta muerde al futuro pero ya no sangra.
Ahora es luz lo que florece en sus pestañas.
Nada importa mas que el poema en las personas, todo se vive, todo se respira, todo se está escribiendo. Afortunadamente. Cuando el poeta encuentra a sus poetas.

jueves, 3 de febrero de 2011

Los tiempos están cambiando

No sé si para los poetas cambian los tiempos, parece que no. Parece que las voces levantadas una mañana hace mucho siguen en un éxodo que no encuentra ni tierra ni descanso, ni paz ni cielo. Los poetas, extraños animales en la tierra, los visionarios y locos, los magos y místicos, los poetas bajitos, los que vienen a cantar cosas de poca importancia. Que los vemos arrastrar su sombra o llevarla como bandera incendiada, los poetas que viven en su espacio personal, en su cosmos particular. Los que hacen de ese yo, un Yo de multitud.
Inevitablemente se vive como poeta cuando se nace poeta, no existe otra forma. Se es lo que se es y se hace lo que se es. No hay más oficio que el de poeta, mortal como todos pero celestial en la forma de llevar sus alimentos.
Los tiempos y la sociedad siguen regañando al poeta, lo ignora cuando le va bien lo escucha cuando le va mal pero casi siempre es una sociedad, materia subjetiva, que ignora al poeta.
Y qué puede hacer el poeta, pues gritar, patalear, seguir escribiendo poesía, cultivar flores de ceniza. Hacer de su vida un papalote, llevar consigo el costal de huesos, su costal de sueños y varios niños en el costal por si da hambre en el camino.
El poeta no puede, aunque quiera bajar la guardia, no debe dormir, tiene que estar atento a los impulsos de su fiebre.
Ay, el poeta, lo vi llegar con su carga pesada de aire. Lo vi mover al mundo, lo escuche separar en dos al mar y lo vi alimentarse a sí mismo como a su propia bestia.
Nadie más lo vio sólo lo vi yo. Y por eso nadie me cree que ahí está indicando el camino al que nadie quiere ir. Todos dan vueltas y vueltas. Curioso verlo y ser testigo.
Yo sigo al poeta. No sé a dónde me lleve pero sé que me llevará lejos y rápido.
Así podré respirar por fin. La luz es la locura del cielo. Sigo a la luz.
El poeta lo vi vestido de mundo, lo vi azotado por el mundo, lo espero cuando se atrasa. Mis poetas no necesitan a nadie por eso necesitan a todos. ¡Vaya con el pan que comen!
Es pan seco, amargo, desértico. Yo lo leo, al poema, lo leo como ley divina, escrita con fuego sagrado, lo veo en la oscuridad de mi cuarto, lo leo en la oscuridad de mis ojos y lo escribo en la oscuridad de la hoja en blanco. Vaya con el poeta, ¿nadie entiende? animal raro es la razón. No encuentro domadores para tal fiera. Animal puro es la imaginación, me enseña.
Los poetas, los veré largo tiempo dentro y fuera de este tiempo eterno que en algún sitio les dijo: "Heredarán la angustia como alimento." Y aquí, sentado frente al mar de almas, mastico un gran bocado. Mastico. Trago.