viernes, 16 de abril de 2010

LA POESÍA ES PARA LA POESÍA /Por: Blanca E. Vázquez Hidalgo


Fonz en el país de Larracilla
Foto: Carlos Larracilla




LA POESÍA ES PARA LA POESÍA

Por: Blanca E. Vázquez Hidalgo

“La poesía no es para los ojos del intelectual

que cobra sangre en las universidades

y vende sin vergüenza su lengua y sus corruptos labios.

Afortunadamente la Poesía no es para el lirón,

ni para el más listo, ni para la virgen del cerebro,

ni para la sonrisa, ni para el libro, ni el librero.

Maravillosamente la Poesía es para la Poesía”

Marco Fonz

Los pasos apresurados de aquellos que habitamos metrópolis, urbes, ciudades asfixiantes que individualizan y lastiman, son los mismos pasos de aquellos que hemos sido testigos visuales y de querencia del paso del tiempo, del agotamiento, de la vida y la sin vida. Es ahí donde se han acogido las desdichas pero también se ha creado la palabra que redime y lucha para encontrar un espacio libre de cobardía y el escarnio.

Nuestra tierra ha surgido del hambre, de las idolatrías y de los símbolos: Mujeres y hombres que se desconocen pero que tienen hermanada su sangre, mujeres y hombres que al paso del tiempo les han querido desfigurar ese ombligo de la luna y que nadie, nadie puede arrebatarles. Porque es ahí donde la sangre mexicana ha tapiado los sueños y donde cientos de máscaras humanas recorren el tiempo para encontrarse y reencontrarse. Gran monstruo urbano, huella de la cotidianidad del pasado y el presente.

Cuando se habla de espacio casi siempre nos imaginamos un lugar (comúnmente vacío), José Luís Coraggio nos dice que es una dimensión de la realidad; que está inminentemente unido a las cosas y sus procesos físicos (nosotros/as somos materia y nos desarrollamos en un espacio). Y ese espacio “no existe por sí mismo” es dimensional. “Los espacios vacíos la luna/ descarnada sonriente los llena/ con fantasmas con miedos con locos/” (p.27). El espacio se produce a través de los elementos materiales y sus transformaciones.

Con sus exorbitantes brazos la poesía inunda la ciudad, le sabe y la sustrae; ella resurge en cada voz escondida tras una tapia, una esquina o edificio desvencijado por el tiempo, la poesía penetra en la urbanidad, transforma ese lenguaje sistemático que las aulas han querido introducirnos a quemarropa y que en algunos tiempos fue a golpe y sangre. La poesía lo salva, lo construye y lo rehace, para tener palabras y sentidos que identifiquen a la voz poética con aquel atrevido o atrevida que le lee. Nada somos fuera del sentimiento libertario, libertad en la pluma manejada por el pensamiento crítico y cuestionador, de la voz acallada por parapetos convencionales y aleccionadores. La poesía nos salva.

Marco Fonz nos otorga en OZYKO un espacio que remite a la gran ciudad, al espacio avasallador de las calles habitadas por vocablos y donde las mujeres y los hombres tropiezan con la semántica y la sensibilidad. El texto tiene un formato 18 por 14 cm, su cuerpo se compone de 64 páginas, Forma parte de la Colección DESTOS DEME DOS Poesía De La Era del Vacío Vol. 8. La cubierta de color caqui tiene una imagen de un ser animalesco, producto del trabajo de Israel Miranda.

En este libro Fonz reúne 40 poemas divididos en Los Martirios, La Danza de los Idiotas y Ozyko . Un corpus poético que brinda al lector la oportunidad de recorrer el espacio citadino, la dolencia, la palabra, el enajenamiento intelectual. Es ahí donde la poesía recoge el sentir cotidiano del ultraje mundano de la estandarización social: “…un país en donde la estética/ se dedica a cortar cabellos de hombres y mujer/ las universidades se hacen pasarelas de moda/ los artistas son decoradores de interiores/ los genios cargan computadoras y los demás no existen/…” p. 51

Su poesía puede ser entendida como una lucha contra la entropía a la que todo parece dirigirse “Merecemos las calles y las avenidas/ son nuestras Silencia con todas sus cruces y crucificados, / los hombres de fuego, los niños de tierra,/ las bellas Marías de leche, los perros y su mierda/…” p. 13

En Fonz hay un tránsito extenuado aunque persistente de la soledad para acoger el arrebato de la conciencia: “…nadie entonces en los autobuses/ Noto tu ausencia/ los hombres vienen las nubes van/ y nos soy hijo de ninguno/ p. 47 y muchas veces triste o despiadado va al desplante inteligente del escarnio y la crítica de esta cultura de masas “El hombre y su escritorio son uno mismo/ muerte vida y sueños sexuales/ en un monstruo creado por la cosmogonía moderna./ Moderno funcionamiento de este ser/ creado para detener todo lo que avanza./ … Monstruo inservible de la época pensada/ tan libres eran los dos/ cuando uno era árbol/ y el otro bajaba de él/ p. 29

El hombre cotidiano, el que deambula por las calles, el que tropieza con otros y otras, el que embebe la vida, la destruye, la sostiene; ese hombre que observa que se detiene en el resquicio de la inmundicia, en el resplandor de la luz y crea con grafías significados coléricos y desesperados líneas versales, jugando con imágenes y símbolos para dar su voz, una voz poética que llaga a algunos y ofende a otros, pero que también redime y alegra. Ese ser es el poeta, y aunque su trabajo dicen algunos es estéril y no sirve para nada en este panorama amorfo y globalizante, continúa en su espacio lírico para asustar la realidad. Esa que ha envuelto a la poesía en un constante juego de egos y retribuciones institucionales La poesía esa gran perra no tuvo la culpa/ de que inventaran los premios y las becas/” p.35

¿Qué tan ecuánime puede ser un poeta cuando se cree de los elogios de las masas apabullantes? ¿Cuánta necesidad existe para aquel que sostiene la palabra en una página en blanco para decir verdades, sus verdades y no venderse en la moda y la ostentación? ¿Cómo lograr el equilibrio entre el espacio creativo y el reconocimiento y no caer? “Caíste/ qué le vamos a hacer ahora/ que tu rodilla guarda cicatriz tan grande como tu apuro/ de mirar a dónde vienes/ sin saber a dónde caes/…qué le vamos a hacer si vives engañado a esa altura/ engañado de importancia/ y para terminar engañado de caídas” p. 30

“La poesía ha dicho Rimbaud, quiere cambiar la vida. No piensa embellecerla como piensan los estetas y los literatos, ni hacerla más justa o buena, como sueñan los moralistas. Mediante la palabra, mediante la expresión de su experiencia, procura hacer sagrado al mundo; con la palabra consagra la experiencia de los hombres y las mujeres, entre ellos y su conciencia. No pretende hermosear, santificar o idealizar lo que se escribe. Por eso no es moral o inmoral.

En Ozyko se afinan y perfeccionan el tema de quehacer del poeta, con afección y sorna reclama el espacio de donde se vive, y revive las corporalidades olvidadas de cuerpos infinitos. Marco Fonz nos permite entrar en su perturbadora y totalizadora irrupción de las miradas cotidianas, este poeta deja su voz y la convierte en un instrumento de afirmación y protesta.