martes, 10 de febrero de 2009

Marco Fonz de Tanya o las raíces de la virtud


Marco Fonz de Tanya y Jaime Coello/ Casa del Lago. 2008
Fotografía de Ovidio Ríos

y vive en mí como yo en mi mano.
Hugo von Hofmannsthal.


Cada libro es una puerta, una puerta blanda como la cama es un ataúd blando. La poesía de Marco Fonz de Tanya es un animal selvático. Nos mira y su mirar nos asombra. Unas palabras que nos suenan de algo, de un sexo que espera desde la muerte de Góngora. Oír cáscara amarga el décimo tercer libro de Marco Fonz de Tanya llegó a mis manos, no podía haber sido de otra manera, de sus manos más amadas, las manos de Tanya de Fonz. Junto con el libro la consigna también amarga de que la poesía nos salva. ¿La poesía salva al lector, salva al mundo de un peligro, salva al poeta del lector y del mundo en peligro o se salva a sí misma, onanista, del mundo que crea o representa extinguiéndose en su propia ilusión salvífica? Es la víspera de una intemperie excesiva. El libro puerta Oír cáscara amarga de Marco Fonz de Tanya desfila o bandea esa intemperie. Es un libro de poesía, la poesía nos salva se ha dicho. Hermosa e ingenua consigna para un pragmático como yo. ¿De qué situaciones al margen de la muerte puede salvarnos la poesía? Me corto las venas delante del libro y no lo veo llamar desesperadamente como un niño pequeñito que apenas puede hablar al nueve once para salvarme. Suicidio asistido. La poesía no solivia al suicida, lo asiste. Es la clase de muerte que por más que queramos no conseguiremos. Es el ojo de un muerto borroso, casi extraviado.

En los poemas de Oír cáscara amarga no es fácil fijar el hallazgo, el tema va de la mano de ese aliento a todas luces insospechado. La interpretación que, escurridiza, escapa a la primera lectura debe dilucidarse en la relectura. Y es que hay un afanoso promisorio decirle al alba y no al lector lo que el poeta escucha, lo que es capaz y posible escuchar según las raíces de su virtud. Lo que se dice en la oscuridad de la vida. El cuerpo que robo de la soledad el deseo. El cuerpo y sus posibilidades metafóricas. Versos hipoglucémicos que según Gombrowitz deben escribirse hoy. No son poemas para una mesa de centro. Esos destellos de luz que el sonido posa sobre el sentido dejándonos ver la dimensión de un alma que cumple a cabalidad con su destino. Porque Marco Fonz de Tanya es el chamán que se sitúa en el comienzo de palabras y las cosas y la cosmogonía del cuerpo nos la cuenta. Cuerpo terrestre y terrenal y polvo, cuerpo palabra, ausencia y acomodo de lo ausente en un territorio página. Acomodo de lo invisible, latente y poderoso. La poesía de Marco Fonz de Tanya no está por lo inefable, que según Wittgestein debe seguir callado. En busca de lo probable, de lo ansiado y lo probable en Oír cáscara amarga la sensación o certeza de que bajo las apariencias de las palabras y los cuerpos late poderoso e inmenso un mundo invisible. La poesía de Marco Fonz de Tanya no se parece a ninguna.

Las palabras inauditas en los poemas de Marco Fonz de Tanya se bifurcan de forma insospechada, dóciles o mostrencas las emancipa el sonido. Las imágenes se desbordan insólitas estercolando las páginas que nos salvan de la horrenda verdad dioniciaca. Sin que el lector lo sospeche algo en él ha de cambiar, el sentido que, subterráneo, cobran los versos colmando el asombro. Porque la de Marco Fonz de Tanya es una voz auténtica y la temperatura en los poemas se templa por el oficio. Enredaderas gramaticales. Sustantivos gemelos que, a fuerza de poesía se descubren unidos en la sangre gramatical. El sustantivo acá sueña ser un sustantivo cuádruple. Unir dos sustantivos cuerpo que no necesariamente concuerdan en número y esencia. El extrañamiento nos remite a Jesús Gardea. La erótica que subyace en los poemas. Un viaje al cuerpo invisible que todos habitamos y vive en el espanto de lo frágil. El espacio de la poesía y el espacio de la realidad confluyen en un solo cuerpo el cuerpo de Oír cáscara amarga.

Qué en el alma de Marco Fonz de Tanya se drena, qué cuerpos sin límite. El alma luchando cuepo a cuerpo con su límite. Pero la piel no es límite sino sucesividad poética. Imágenes fecundantes de una palabra generosa. Indagar en el cuerpo que también es palabra los Outsiders y hibsters en la palabra. El cuerpo que quiere ser otra cosa. El cuerpo también es mirada: visión ilícita. Oír cáscara amarga es una colección de visiones que con su lucidez devoran a todo lector. Estamos hablando de una palabra orgánica, una palabra viva y una poesía más comprometida que vaporosa, no es la de Marco Fonz de Tanya una poesía en la que Orfeo se chupe el dedo y con las migajas de ese acto desvela el mundo. Orfeo en su poesía es como quien nos da su corazón en una caja, como quien desde las entrañas escribe y luego canta.

Alejandro Espinosa.



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