jueves, 15 de diciembre de 2011

Adriano Rémura: Autonomía o del por qué hacer un proyecto civil





Autonomía o del por qué hacer un proyecto civil.



Versodestierro es un proyecto que tiene como propuesta el conflicto, y se ha cumplido cabalmente. Desde su creación ha generado controversias, y ha sido fuente de inspiración para nuevos proyectos, también con tendencias conflictivas. Versodestierro promueve la poesía a través de libros, plaquetes, separatas, carteles, volantes, una revista, lecturas, críticas, El Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero [este año en su quinta edición], el Semanario Deportivo de Poesía RING y su más reciente propuesta: I Premio Latinoamericano de Poesía Transgresora Verso Destierro. La poesía de poetas nuevos en México, no es de los principales géneros que consuman los lectores en las librerías (pues nadie, o casi nadie, va en busca de poetas desconocidos), por eso Versodestierro se ha dedicado a la difusión de mano en mano, y hasta la fecha (a siete años de su creación) Esta por llegar a los 90 libros publicados y 10 números de la revista del mismo nombre, en donde se han incluido también a poetas con trayectoria (que se han sumado a este trabajo) como Enrique González Rojo, Max Rojas, Raúl Renán y la fallecida Norma Bazúa, entre otros. Ha vendido más de 75 mil ejemplares. La poesía está viva en México y tiene con qué meter las manos. Versos de filo y belleza variable. Versodestierro es una editorial especializada en poesía, dan cuenta de ello sus 8 diferentes colecciones, próximamente se unirá una 9ª colección de poesía para niños bajo la poética de esta editorial, colecciones en donde los contenidos y formatos del libro son trascendentes para una lectura diversa. Paralelo a la poesía se edita cuento, novela, minificción y ensayo. Versodestierro también investiga en cuanto a la producción, distribución y discusión del panorama poético, principalmente de las diversas poéticas asentadas, dentro o fuera de una corriente. Localizar poetas de otras tradiciones, excluidos del marco histórico en la literatura mexicana, como también de autores que en la actualidad estén generando una obra no sólo escrita con oficio, sino con hondura intelectual, reflexión crítica y propuesta estética. Ejemplo de lo anterior es el libro Cuarenta Barcos en Guerra, Antología de Poesía y sus Editoriales. El proyecto ha sido aceptado tanto por cafeteros, como por promotores culturales y otros sectores (con la intensión de que si el lector no va a la poesía, la poesía vaya al lector).

La poesía en México se ha arraigado en la idea de "una tradición". La mayoría de las sociedades se han generado en la idea de una tradición, como en la idea de un origen humano del cual devenimos todos. Sin embargo el mundo no es una humanidad, sino una serie de variantes, siendo exactos, un mundo de posibilidades o posibles variaciones. Son muchos mundos; deltas de un mismo río que se traducen en nuevos ríos, nuevas formas de ser y hacer, según el contexto, la época y la geografía. Esta es la idea que mueve la evolución: la capacidad de transformarse. Por el otro lado está el pensamiento (que hasta ahora ha sido el que rige nuestras acciones) de la permanencia sea de la forma que sea.

Estamos todavía en la época de los apegos. La idea de hogar y trabajo obedece a un orden de rango y escalonamiento dentro de organismos incompatibles a los individuos. La individualidad se convierte en una "paso a seguir", en una réplica de un ser que debería ser esto o aquello para realizarse. Y aunque halla otros medios de realización (y realidad), otras posibilidades del ser; son reprobadas por el halo mental que rige todavía el mundo social que nos determina y absorbe. Esa ha sido la lógica, y esta ha provocado una crisis editorial, en la cual, es lamentable, que incluso proyectos contraculturales terminen siendo financiados por el Estado. Y no porque asumamos que los apoyos "no sean necesarios" o porque pensemos "que no hay una responsabilidad del Estado en promover la cultura". No. Sino porque la naturaleza de la ideas obedece a una ética y una lógica operativa. Esto quiere decir: que en la contradicción obedecemos solamente al apego, y no al desarrollo. ¿Hasta qué grado los proyectos literarios, culturales que prevalecen ahora no son corrientes de un mismo delta? ¿Y de qué forma se dan posibilidades al ser cultural de diversificarse, de crearse una identidad? Se piensa que porque hay muchas publicaciones (que aun así son pocas), hay muchas opciones, y no es así. Lo que hay es una tendencia a hacer la misma revista o a editar a los mismos autores rentables que son inversiones seguras bajo el confort de no arriesgarse a otras posibilidades estéticas, la apuesta altenativa es difundir a un autor que se circula y se vende per se. Nos encontramos con fórmulas prescritas de lo que se supone es una revista. Y vemos que se materializa una y otra vez. Se habla de proyectos independientes, cuando en realidad dependen de una ideología reciclada, y por otra parte, tampoco son capaces de generar una posibilidad de supervivencia propia. Pensar en esto para la mayoría resulta "utópico". Cómo "sobrevivir" sin las becas (los apoyos) que da tal o cual institución. ¿Cómo sobrevivir de mi poesía: de mi trabajo como poeta, como editor? La respuesta para la mayoría han sido los talleres, las conferencias o las plazas. Estamos hablando de que la cultura se convierte en una rama del Estado. Lo cual tampoco es una deshonra, sino una incongruencia de quienes se auto-nombran Independientes cuando en realidad son proyectos alternativos, variaciones del catalogo de escritores del conaculta La libertad está sujeta a la decisión del individuo (del artista en este caso) . Pero las opciones creadas son nulas porque el mismo artista devalúa su trabajo pensando que si las instituciones no lo apoyan, esto quiere decir que su trabajo no vale nada. Se piensa que las opciones son las que hay, y si no se elige una de estas, quedas fuera de la lógica cultural del país. Cuando se crea una nueva opción, lo que procede en el pensamiento general, es el acto de aparentar como si esa otra opción no existiera, o fuese una posición "inferior" de enfrentar la realidad, surge el ninguneo o el indiferentismo. Por ejemplo, cuando se propone variar tanto los contenidos como los conceptos editoriales, y generar medios alternos de distribución y promoción (como venta de mano en mano y la libre circulación en todos los espacios culturales, o no culturales) la actitud, ante esta posibilidad de promulgar la cultura de una manera "personal", es la subestimación. Pareciere que el pensamiento lógico siguiese la idea de que una forma prescrita de enfrentar la realidad es superior a una todavía no efectuada. La posibilidad se presenta entonces como un error, si lo decimos más claramente.
Este ha sido el punto por el cual los proyectos no sobreviven. Los que no han seguido la fórmula creada, han sucumbido. Los demás han aprendido a acoplarse, a moverse en el fuego. El costo: su autonomía. Su individualidad. Con individualidad y autonomía nos referimos a la capacidad de un ser autogestivo, que sea en sí mismo una posibilidad en el mundo editorial, de fondo sería encontrar y proponer una estética y una poética, propias. Las preguntas son: "Hoy en día, ¿qué proyecto es capaz de sobrevivir y crecer sin el apoyo del Estado?, y ¿qué proyecto es capaz de sobrevivir cuando termina el apoyo del Estado?". El que levante la mano es porque ha engendrado la posibilidad del desapego. Una vez trascendida esa parte, ese conflicto medular, el complejo de los de arriba y los de abajo es lo de menos. Entonces, efectivamente, se generaría una igualdad, una posibilidad de confrontación creativa y sobre todo de cooperación. A fin de cuentas la idea de independencia es un acto primario de destetamiento; después lo único que deriva es la autonomía, la cual se enfrentará a todos los avatares de la existencia misma como ser, y de la cual puede generarse una opción posible; una alternativa sólo visible para quien de algún modo ha realizado ese mismo proceso, y que como un ser de igualdad, entrará y saldrá de este espacio con posibles variantes para sus propias acciones. Es ahí donde se gesta la verdadera confrontación de ideas y valores, generando fluidez, agilidad, al agua estancada de la mente. La aparente calma de la tolerancia (en la que se supone vivimos) lleva a fin de cuentas al encubrimiento, a la complicidad e imponderablemente a su explosión. La tolerancia real es la plenitud de la razón en conflicto, y no la sujeción al dogma, al ideal o a la verdad absurda. En concreto, la incertidumbre (como un proceso generativo de realidades) es el alimento de lo posible.

Entonces, ¿cómo vivir de la poesía? ¿Cómo hacer real aquella idea expresada por Luis Rius, en la que el poeta pueda vivir de su trabajo? Algunos piensan el camino es auspiciarse en los grandes nombres de la literatura. Los cuales mucha gente ha escuchado, pero muy poca realmente conoce. Esas son lecturas primeras que garantizan un público expectante. Otros plantean un núcleo, y a partir de un mito en torno a este, generan una nueva idea de grandeza; un rumbo total para la poesía. Esto basado también en la estructura misma de competencia por los recursos que se lanzan para que los artistas se lancen al anzuelo. Las cubetas de pescados son pocas. Pero el hambre es mucha, y el que sobrevive es el más apto, y que los otros se dediquen a otra cosa. Los más aptos hasta ahora han sido los poetas que conocemos. Todavía ahora se mide en preguntas como "¿quién es el mejor poeta vivo de México?" o "¿quién es el mejor poeta de tal o cual generación". El título de "El mejor" es el obsequio que se le da al poeta más poderoso. La poesía por otro lado queda en un lado secundario. El poeta político vive de lo que gana como político y no como poeta: la premisa de que la poesía sea la fuente de vida para el creador sigue siendo utópica. La poesía se vuelve o se traduce en alimento comercial, y los únicos poetas que pueden comer de su obra, son los poetas que ya están muertos. Shakespeare, Cervantes, Neruda, Pessoa. ¿Cómo viviría un poeta vivo de su obra? En principio habría que desmitificar la idea de que las librerías son el centro de los libros y perder el miedo a publicar en editoriales pequeñas (puesto que todo artista piensa que su obra debe ser publicada por editoriales de prestigio, pues de otra forma nadie creería que su obra es buena) y también generar medios alternos de difusión como sitios para la promoción y la venta, donde participen activamente los integrantes del proyecto editorial y puedan exponerlo a los posibles lectores, puesto que a falta de conocimiento de ¿qué son estas publicaciones? es que se quedan empolvadas en las librerías. Difundir de mano en mano, como es la estrategia de Versodestierro, borra de entrada al mediador, la librería, y pone en igual condición al lector, al escritor y al editor, el libro se materializa en vínculo y no en un estrado, un objeto de poder, en donde se monta el escritor para diferenciarse y ser superior al lector. Para Versodestierro las librerías han sido estrategias secundarias a la distribución de mano en mano, en lecturas, encuentros, ferias o en la calle.
Por otro lado se apuesta por buscar el apoyo de otros sectores, la poesía es un arma seductora para los cafés, restaurantes, museos, teatros, plazas, casas de cultura, incluso bares, cantinas y asociaciones civiles O el apoyo mismo de los lectores, adquiriendo estos productos exóticos, o de los poetas que, por qué no, también podrían promover su obra y la de otros, sin temor a los snobs o elitistas. De esta forma se generaría un sistema activo de difusión, un sistema en el que la poesía alcanzaría al lector en los lugares donde se "esconde". Sobre esto, como propuesta, Versodestierro se ha esforzado en llevar la poesía de mano en mano por las calles. Y también de boca en boca aunque se piense que la tradición oral quedó allá con los griegos, con los hombres medievales, y en las comunidades marginadas actuales del mundo. Y en esto el papel de los poetas editores ha sido sustancial.

Enfrentarse a un comercio, que en teoría, obedece a un orden de igualdad, no es real porque existe (como en cualquier rubro) el monopolio que sujeta la ley a sus necesidades generadas de permanencia. Los demás entes comerciales, pequeños, micros, minis, o la próxima eclosión del mercado digital, se pelean entre sí el banquete de las sobras. El comercio macro dicta el punto de partida. La poesía obedece al marco mini del comercio. Y aunque su naturaleza, su lógica ética no es sujetarse a este, en su mayoría los editores miniempresariales tienden a reproducir el esquema, o sujetarse a este. La reproducción de este sistema no sólo es desde el núcleo editorial, sino también del poético, la mayoría de las veces. También la sentencia publicitaria u otros elementos del entorno comercial (al igual que los marcos bélicos) se integran al discurso poético de las productoras de la poesía. Su medio de difusión por otra parte está sujeto a los tiros cortos que se mueven en baja escala en librerías nacionales, que son contadas con los dedos y que restan un amplio porcentaje en la venta del libro. Producen varios títulos bajo ese precepto, regularmente de autores ya prestigiados buscando el reconocimiento editorial del medio más alto, y en otras ocasiones poetas extrajeros. En México la literatura está muy marcada por este procedimiento. La legitimización a partir de anexarse a proyectos ya formados, o a escritores de un prestigio ya sólido. En este sentido la difusión se vuelve un verdadero reto. Fuera de los núcleos poéticos, es casi imposible la difusión de la poesía, e incluso los núcleos mismos tienden a limitar el acceso de otras posibilidades.

Tratando de fracturar este esquema, Versodestierro no generó un núcleo, sino un portal, espacio de conflicto para poetas inéditos o poco conocidos, dar al lector una idea del fenómeno ideológico que refleja su poesía y confrontar la postura de diversos artistas pretéritos que han dejado pautas en el arte. Se han agotado ediciones enteras, tanto de la revista como de los libros y otras publicaciones. Mediante sus ventas se han generado recursos y medios suficientes como para publicar más libros. La circulación de mano en mano ha sido el principio de un cause para complementar el medio convencional de venta (o promoción) de materiales de poesía. Se ha argumentado lo poco elegante que es ofrecerle a alguien en un café, o en un vagón, en un camión, un libro de poesía. Si fuésemos millonarios muchos de nosotros, quizá pondríamos a circular en la ciudad elegantes transportes que fueran regalando a precios casi invisibles, excelentes libros de poetas y pintores y dibujantes nuevos; pondríamos espectaculares con poesía. A lo largo del periférico entero se podría leer poesía nueva, y en la televisión la poesía de reciente creación aparecería en las series, en los noticiarios, en las mesas de discusión. (Pero si fuéramos magnates millonarios hacer algo así iría en contra de nuestra naturaleza, o de nuestros intereses, si lo vemos más claro). Sin embargo, la realidad es y ante ella los individuos (los poetas) toman una decisión, entre las dos opciones que tienen enfrente. La pregunta sería: ¿en qué momento empezará el poeta a crear su realidad? Para nosotros la decisión de independencia representa una opción de autonomía. Una decisión de desapego. Lo que alcanzamos a ver es que el río se quedó atrás, y que nosotros apenas somos una minúscula brecha que empieza a dibujar su delta fuera del río, y que es por ahí en donde correrá el agua para el beneplácito de los lectores.


Adriano Rémura
2006

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Por qué una MesAlterada? por Iliana vargas






Resulta que un día estábamos platicando sobre la manera en que los mexicanos somos tan dados a recibir, muy amablemente, lo que se produce en el extranjero: alimentos, ropa, accesorios de uso cotidiano como ipods y computadoras, películas, música, exposiciones, literatura, etcétera. Por supuesto no es nuestra intención dejar de consumir lo que nos guste de todo ello y mucho menos hacernos una capa con la bandera mexicana y enarbolarnos el cuerpo de nacionalismos férreos. En realidad lo que ocurrió fue que nos preguntamos: ¿Y la producción mexicana, a dónde llega, quién la compra, quién la pide, quién la necesita?
Particularmente en las cuestiones literarias –que son nuestras prioridades puesto que a ellas nos dedicamos en tanto que creadores, lectores, investigadores y difusores– nos preguntamos: ¿A quién influye o ha influenciado un autor, una corriente, un movimiento, una propuesta literaria mexicana en el extranjero? Porque una cosa es, nos respondimos, que algunos escritores extranjeros mencionen en algún prólogo, artículo o entrevista a Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Amado Nervo y Sor Juana; pero de ahí a que alguien haya aceptado alguna vez que ha leído, no un poema o una novela de los autores mexicanos “más reconocidos”, sino por lo menos la mayor parte de su obra y que ello les haya influenciado de alguna manera en su trabajo creativo, no tenemos noticias o registros.
Y curiosamente, los escritores mexicanos no se cansan de enlistar a los extranjeros de distintos países, épocas y corrientes literarias. A ellos les dedican estudios académicos, ensayos, artículos, reseñas e incluso hacen traducciones de su obra. Aquí es donde cabe volverse a preguntar: ¿y de los mexicanos, cuándo, cómo, en dónde, quién, se ha afanado de la misma manera? Por supuesto que ha habido encuentros internacionales de poesía; intercambios promocionales/literarios en el sentido de “yo te publico y tú me publicas en mi revista o en una antología”; ferias de libro en el extranjero donde se dan a conocer las “novedades literarias de los autores más renombrados en México”; pero, un diálogo verdadero, a fondo, creemos que no se ha dado.
¿Y por qué?, nos volvemos a preguntar. Pues porque, para empezar, quizá los escritores y estudiosos extranjeros no encuentran en México una “oferta” literaria que valga la pena de estudiarse, no se diga ya leerse, lo cual no debería sorprendernos si tomamos en cuenta que nuestro país –tal vez sin que lo notemos de manera consciente– se ha forjado a partir del reciclaje y de la reproducción de modelos económicos, políticos, culturales y artísticos de otros países.
Esto no tendría que ser terrible si hubiera una retroalimentación equilibrada de lo que se importa y se exporta, esto es, que así como en México el mercado editorial está abierto a autores y editoriales extranjeras, ocurriera un exacto visceversa. El problema es, y volvemos a la literatura, que la poesía y la narrativa mexicana (por mencionar sólo los géneros más “populares”) se han impregnado tanto de influencias extranjeras, que hasta el día de hoy no se ha registrado una propuesta estética literaria lo suficientemente fuerte, capaz de ser un referente más allá de las visiones circunstanciales –todo aquello que testimonia un momento histórico/social específico–; institucionales –todo aquello que se enlista en alguna de las nóminas de los grupos que se distribuyen el poder y los erarios públicos–; mediáticas –todo aquello que se muestra como “lo más representativo de México a nivel internacional” y alternativas –todo aquello que se produce de manera autogestiva y se distribuye de mano en mano, en el mercado underground o en donde se les permite previo acuerdo. En este caso la producción literaria es, en cantidad, igual o mayor a la institucionalizada, pero en ocasiones se vuelve repetitiva en el afán de dejar en claro su marginalidad, y difícilmente plantea una propuesta estética concreta.
Entonces, volvimos a preguntarnos, ¿qué ha pasado con los creadores de la literatura mexicana; por qué en la historia literaria hay un punto de fuga en el que los movimientos que trataban de surgir y plantear alguna estrategia esquemática distinta en el siglo XX no lograron tomar fuerza y cimentarse (pero no para instituirse permanentemente, sino para dar paso a su natural transformarción/ derivación/ oposición); por qué, cuando la década de los setenta parecía ir marcando un buen camino en cuanto a pluralidad de propuestas estéticas en diversas disciplinas artísticas, de pronto hubo un tope, una especie de pausa, como un cohete que se arrepiente de culminar en explosión (como si alguien se hubiera dado cuenta de que la pluralidad es muy difícil de controlar y más vale jalar la cuerda y engavetar bajo llave todo lo relativo al concepto propositivo)? ¿Por qué seguir permitiendo que se avale la homogeneización, los métodos y modos a seguir, los cánones oficiales, el reciclaje?
Marco ya había planteado, en dos textos, gran parte de estas cuestiones (“Por una poesía evolucionaria” http://elojollenodedientes.blogspot.com/2011/03/por-una-poesia-evolucionaria.html
y “Poética de la inconexión” http://elojollenodedientes.blogspot.com/2011/08/poetica-de-la-inconexion.html); sin embargo, quienes se interesaron por el tema y lo apoyaron diciendo que había que escribir y platicar mucho sobre ello, nos fueron dando pauta para que esta mesa surgiera, pues una de las opiniones constantes era: “el problema con los escritores y estudiosos es que no se dejan cuestionar, o se niegan a responder”.
Y tantas preguntas no pueden contestarse entre dos personas que comparten experiencias, críticas y visiones al respecto. Por ello decidimos abrir un diálogo con creadores, investigadores y comunicadores que tienen en común la diversidad de sus perspectivas. Y aceptamos la iniciativa de uno de ellos, Ángel Carlos, de que la discusión y el cuestionamiento se hiciera en la mesa de la casa, de forma tan natural como estábamos discutiendo sobre varios temas aquella tarde, pues no sería necesario un mantel de paño verde ni un señalador con nuestros nombres y mucho menos estar sobre un estrado para hablar, preguntar, escuchar, encontrar puntos en común y divergencias; proponer.
Finalmente, ¿por qué Alterada? No es que estemos planeando discutir a tal punto que todo derive en una gran pelea argumentativa. No. Lo que queremos es darle su lugar a la alteración en el sentido de búsqueda de un diálogo libre de prejuicios, inteligente, sin agresiones pero capaz de defender sus puntos de vista sin temor a ser reprimido.
Alterada, porque es necesario dar un salto de página y alterar, en el sentido creativo, crítico y de estudio, a la literatura mexicana y a todo el aparato que la rodea y de distintas maneras la manipula.

martes, 15 de noviembre de 2011

Carlos Edmundo de Ory un diálogo peregrino




Un diálogo peregrino

Para Laura Lachéroy de Ory


Tomados del brazo, caminamos por entre las tumbas del cementerio de La Madeleine. Después de visitar la tumba de Julio Verne, que en ese momento hervía de flores. Carlos comentó que era extraño, que nunca habían sacado una foto en esas circunstancias. Carlos Edmundo de Ory era un hombre que gustaba de los mágicos rituales mágicos y uno de ellos era llevar a sus invitados a tomarles una foto, junto a él y Laura, en la tumba del viejo Verne. Caminamos y continuaba el diálogo del día anterior, diálogo lúdico y lleno de misterio y de sonrisas. Sonreír era el otro gusto del poeta. Jugar, platicar, mostrar lo invisible. Preguntaba, todo el tiempo preguntaba, interesado en todos los temas posibles. Compartía, otro gusto de Ory, compartir.
Si me imagino de lleno a un poeta humano, humanamente humano, vendría a mi imaginación la figura luminosa de Carlos Edmundo de Ory. No gustaba de los premios, ni de las entrevistas y tampoco de los homenajes, aunque asistió a alguno. Le gustaba querer pero no gustaba de los huecos aduladores o fanáticos de su persona u obra. Se alejaba del mundo para querer al mundo y para crear sus mundos y ofrecerlos cálidamente.
Creador de uno de los “ismos” más extraños y controvertidos de los últimos que surgieron en Europa y el menos difundido. El Postismo. El movimiento postista llegó a México en el año del 2008, en una coedición de Editorial Andrógino y Ediciones sin nombre. Carlos recibió emocionado el libro La mano en la espalda, que reúne los cuatro manifiestos postistas. El primero de ellos se publicó en Madrid en 1945. Año del lanzamiento del Postismo.
La relación de Ory con México siempre estuvo presente: “Pues, yo mismo, Carlos, sé mucho de México y su poesía desde mi niñez gracias a mi padre Eduardo de Ory. Cuando estuvisteis en casa, "el otro día", no se me ocurrió poner ante vuestros ojos el precioso libro de oro de mi padre, edición de M. Aguilar, Madrid 1936, titulado como tenía que ser ANTOLOGÍA DE LA POESÍA MEXICANA. Por orden alfabético desde Acuña (Manuel) n.1849, hasta Zayas Enrique (Rafael) n. 1848. La dedicatoria dice: "A la memoria del inmortal poeta AMADO NERVO mi inolvidable y gran amigo.
E de Ory"”
Efraín Huerta y Octavio Paz, enviaban sus libros a Carlos. Él gustaba más de la poesía de Efraín Huerta. Para mí fue muy grato encontrar en la biblioteca de Huerta cuatro libros de Ory dedicados al poeta mexicano, con esa forma tan llena de colores y de figuras que tenía costumbre hacer en la portadilla de sus libros dedicados. Otros poetas mexicanos que conocía Ory eran: Pedro Damián, Víctor Monjarás, Mario Santiago Papasquiaro. Incluyendo el gusto por la poesía de Roberto Bolaño y de Bruno Montané, que vivieron un tiempo en México. Gran lector de poesía, recomendaba leer un poemario no como se revisa un almanaque, sino había que practicar el brinco de poema a poema, en diferentes días y a distintas horas. Leer uno o dos, cerrar el libro, acomodar el poema en el espíritu y después volver al poemario, abrirlo y dejarse llevar por la luz o la oscuridad del poema en turno. Y así hasta concluirlo en algún momento.
Cuando lo busqué en su casa de Thézy, él estaba solo y abrió la pequeña ventana de su puerta, y después de identificarnos, comentó: que era, yo, más inteligente que los gaditanos. Por haber dado con él, con Laura y la dirección de su casa sólo siguiendo la intuición y los mapas cósmicos de los vasos comunicantes. Le observé sentado en su sillón y comenté que al verle tenía unas ganas inmensas de llorar de gusto y él me dijo que: “si Homero no censuraba a los hombres que lloran tampoco él lo haría” después me pidió que leyera uno de mis poemas. Le gustó. Después me bautizó como un: extriste o como el ogro inteligente. Palabras, era un excelente malabarista de palabras e imágenes. Y como Byron un gran coleccionista de palabras y también de caballos, juguetes y otros objetos de magia o de arte.
No podría elegir a uno de sus libros como favorito. Todos me hablan, todos me seducen de forma distinta. Sus cuentos, poemas, ensayos, todo tiene ese algo especial de lo magnífico. Pero existe algo muy particular y casi embrujante, en sus diarios. Sus diarios son poesía pura de donde nace la vida y la muerte. Tal belleza sólo puede pertenecer al jardín de un genio. Y lo digo con la certeza y seguridad de que es verdad. Un genio humilde. Sus diarios, que detalladamente nos muestran paso a paso, hora a día, las vicisitudes que el poeta tuvo que pasar para encontrarse y cumplir su hermosa misión aquí en la tierra y en la literatura.
Una vez le escribí quejándome de la indiferencia de algunos poetas mexicanos hacia diversos temas o quejándome sobre la corrupción de ciertos poetas, él me contestó: “La poesía si verdadera se paga. Platica más con los poetas muertos que con los vivos.”
Dormí junto a los cuadernos forrados de negro en donde escribía su diario. Los originales que cargaba de un lado a otro, de un país a otro, de un estado de ánimo a otra visión. Hasta que por fin se instaló en Thézy: “Vivo en Francia desde hace mucho tiempo. En París, ya lo sabéis por el Diario. De París me trasladé a la capital de Picardía, Amiens desde 1967 y con Laura mi compañera, pintora, desde 1972. Vivimos desde 1990 en una aldea llamada Thézy-Glimont a 13 km de Amiens en casa propia.”
Cádiz, Madrid, París, Perú, Amiens, vieron ir y venir al poeta en alegre y a veces trágico, desde la visión poética, periplo. Lo constante era su poesía, su sino, su genialidad jocosa. Su amor por los amigos, siempre rodeado de amigos y gente que le quiere. Y él a su vez queriéndolos a todos. Como el mar abraza, como la tierra recibe, como el cielo dignifica la claridad de la frente. Carlos Edmundo de Ory era un mundo de entrega. En lo personal pasear por entre las tumbas y jugar a decir palabras serias, alegres, apesadumbradas, luminosas, fue una lección de vida y de literatura. Jugar para saborear el lenguaje. La bella pronunciación de las cosas junto a un demiurgo.
Con Carlos y Laura compartimos libros, poemas, viajes, collages, e intercambiamos visiones, gustos, sueños, palabras. En el 2004 comenzamos un diálogo que Carlos llamó, en uno de sus mensajes, diálogo peregrino. Y eso es nuestra larga plática. Un diálogo peregrino. Que afortunadamente continúa. Seguimos conversando: Laura, Carlos y yo. Continuamos con el ir y venir del mensaje, de poemas, de pulsaciones que imagino, compartirán los muchos otros lectores. Quien se acerque a su obra comenzará, como yo lo hice en algún momento, a conversar con este bello poeta. Poeta humanamente humano que me sonrió un día y que no ha dejado de hacerlo. Poeta que me abrió su casa, su poesía y su corazón. Que me presentó a mí mismo como poeta, que me enseñó que siempre se puede mostrar uno de muchas formas pero que sólo se puede ser uno mismo de una sola manera: Fiel a la pulsación creativa, fiel al poema.
Carlos y Laura escribieron: Sabed, ojos míos, ajos míos, hijos míos, que Karl Borromäus y Laura de Noves, novios diarios y nocturnos, paganos de la luna y el sol y el arco iris, os quieren
mucho
mecha
macho

y esperan que nos veamos el día siempre pensado


Carlos y Laura





Marco Fonz
Marzo, 2011, México

lunes, 17 de octubre de 2011

Celebración y canto para Cromwell Castillo poeta de la "Estética de las revelaciones"

NUEVA PUBLICACIÓN DE CASCAHUESOS EDITORES: “ESTÉTICA DE LAS REVELACIONES” DEL POETA PERUANO CROMWELL CASTILLO

Tenemos el agrado de anunciar la publicación de Estética de las revelaciones del poeta peruano Cromwell Castillo. Se trata del primer libro de uno de los poetas más interesantes aparecidos a inicios de este siglo, pues anteriormente sólo había publicado en edición conjunta con el grupo Signos de Lambayeque. Esta primera publicación viene acompañada de tres sendos comentarios: César Eduardo Carrión nos dice que en el libro “habita una voz grave que testimonia el transcurso por el mundo de alguien cuya mirada penetra paulatinamente en la Naturaleza. Pero esta poesía no se deja abatir por la dictadura de las evidencias, no se trata de una estética realista. Ante todo, su Realidad está constituida por el decurso de un lenguaje simbólico, el hallazgo de una voz imaginaria”; José Donayre Hoefken anuncia que “el mundo visible, en manos de Cromwell Castillo, se podría resumir en la vieja teoría de los cuatro elementos, que explicaban poéticamente una cosmovisión. Pero este poeta, a través de su Estética de las revelaciones, al igual que el sabio Empédocles, enraíza su interpretación de la realidad a partir de dos pulsiones que marcan cadenciosamente el ritmo de sus descubrimientos y asombros”; y Marco Fonz sentencia que es “una buena forma de mostrar a los viejos elementos, que parecían ya no tener nada qué decir. Versos afortunados de tener a Cromwell Castillo como poeta e interlocutor de esas bellas imágenes”. Cabe precisar que este libro será presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Quito. Aquí un adelanto del libro:
4
La noche nos absorbe como guarida prehistórica. Energía expansiva que cierra párpados rebelando distancia. Éxodo de luna reflejada en el fango:

Cuarto menguante —canto bastardo— / luna llena —atributo deforme—.
Creciente júbilo donde nadie danza alrededor de árboles milenarios.
Savia nueva que sella bocas y caminos donde nadie espera escapatoria.

El cuerpo sostiene con el filo de la duda una cabeza cercenada hace mucho. Sólo extremidades nos otorgan la ventaja de perdernos, escudriñar en el mismo fango la sequedad del tiempo.

Oh, tierra; oh, aullido de la dación ocasional.

[Sacudir tu corteza no es desvanecerme para saber que penetro una escritura improbable.
Florecer en ti es columpiar mi locura en alambres de púas: Retorno a la fe de los desposeídos].


SOBRE EL AUTOR:
Cromwell Castillo nació en Lambayeque-Perú, en 1981. Es miembro fundador del Grupo Literario Signos. Como artista plástico es representante de “El espacio del arte: Galería de arte contemporáneo”, en Lambayeque. Es autor de Agua y Transfiguración o el sonido —libros incluidos en Signos (Chiclayo, 2007)—, ¿Dónde acaso es camino? —incluido en libro Demolición de los reinos (Lima, 2010)—, y la plaqueta Fuego (Arica, 2010). Forma parte de la Colección de Nueva Poesía Peruana Cuervo Iluminado (Pájaros en los cables editores. Lima, 2010). Trabajos suyos han sido publicados en revistas impresas y virtuales de Perú, Venezuela, Chile, Argentina, Colombia, México, Brasil, Estados Unidos, España y Francia. Dirige el blog Gambito de rey.

jueves, 6 de octubre de 2011

Testimonios sobre Marcos Kurtycz



Conversación con Patricia Sloane
A Marcos le encantaba alterar el orden. La primera vez que nos vimos fue en casa de Fernando Ortiz Monasterio y de Rosalba Garza. Marcos hizo un performance en el jardín. Le encantaba la idea de épater le bourgeois. Has de cuenta que en vez de invitar al mago, Marcos era el entertainer de la fiesta. Siempre con un discurso subversivo, y claro, con el riesgo de incendiar la casa con todo e invitados. Eso ocurrió a finales de los setenta pero mi verdadera relación con él fue posterior. Yo tenía la galería Sloane-Racota y hay que reconocerlo, estábamos dominadas por las ideas estéticas de Alberto Gironella, pareja de Sanda, mi socia, ideas que no comulgaban en lo más mínimo con las de Kurtycz. Cuando Sanda dejó la galería fue cuando Marcos se acercó más al espacio debido a su amistad con Rosalba, mi nueva socia. Ni por asomo lo hacía para ser representado por la galería o cosa por el estilo.

Me impacta la ignorancia en que estábamos sumidos en el país. Fernando Gamboa era el gurú. El INBA dominaba con su discurso oficial. Por otro lado, existía el grupo de “los rupturos”. Era, en su conjunto, un mundo que no hacía contacto con el exterior. México, en este terreno, era una burbuja auto referente y desconectada del resto del planeta. Lo que vino a romper ese estado de cosas fue, en cierta medida, la revista Artes visuales que hacía Carla Stellweg. Ella nos descubrió una serie de eventos artísticos en Nueva York o en centros europeos que nos abrieron los ojos para darnos cuenta que había todo un mundo más allá de las ideas de Fernando Gamboa.
Marcos Kurtycz en todo ese contexto fue un precursor. La artista cubana Ana Mendieta, por ejemplo, ya había estado en México pero pasó de noche. El gran crítico era Juan García Ponce, limitado en su gusto (como cualquier crítico) volcado en atender a nueve pintores a quienes seguía en todo. Me refiero a los integrantes de “la ruptura”.
Una galería que quisiera vender jamás promovía prácticas alternativas o callejeras. Los espacios eran mínimos. Recuerdo que un día Marcos Kurtycz se les presentó en una inauguración a las Pecanins. Llegó con uno de sus desplantes habituales y ellas sintieron que les había estropeado su fiesta. Nunca lo vieron con ojos de artista. Su propuesta no era parte de un mundo “aceptable”. Había algunos creadores como Gurrola o Jodorowsky que habían irrumpido en el orden impuesto por Bellas Artes. Eran iconoclastas de hueso colorado y por eso no entraban en el mundillo de los artistas que giraban alrededor del discurso del tipo “cuidemos nuestro patrimonio” Artistas como Marcos Kurtycz eran totalmente marginales, indignos de voltearse a ver según los cánones nacionales. México casi no participaba del arte universal. Algunos artistas menos convencionales fueron atomizados por Bellas Artes. Por ejemplo, Maris Bustamante, Ricardo Rocha, Felipe Ehrenberg y ¡hasta Sebastián!
Por ese entonces Marcos llegó a México pero no interactuaba con ellos.

El discurso de Marcos tenía una carga política en Polonia, aquí no. Durante años estuvo de clandestino, sin papeles, no podía hacerse muy visible. Cerca del 83 o del 84 a raíz de mi propio instinto y de ver, de escuchar, entendí que Marcos era un iconoclasta distinto. Hizo tres eventos de performance en la galería. Nosotros ofrecíamos algo que quizás él no tenía en ese momento: una credibilidad (que habíamos construido a través de otros artistas). Y él venía a hacer lo que le daba la gana. Era un tipo muy informado, muy obsesivo y sí, tenía su vanidad. Para ser performancero hay que tenerla. La esencia de Kurtycz no era ser un artista formal ni un hombre de teatro, sino romper moldes, levantar cuestionamientos, obligar a la reflexión.

La parte de la invención jamás tuvo el móvil del dinero. Era un tipo muy privado, no se dejaba seducir por el poder. Las relaciones las establecía él porque le interesaban y era hábil y sabio para hacerlo, un hombre absolutamente seductor. El te escogía.

Ahora Marcos Kurtycz es un ser mítico para las nuevas generaciones. Poca gente lo conoció porque Marcos no iba a los reventones ni a las inauguraciones (a no ser que fuera a presentarse con alguno de sus performances. ¿Sabes qué más tenía Kurtycz? Una tesis acerca de la comunicación. Sabía cómo mandar un mensaje, cómo asegurarse de que lo recibieras, eso es una parte fundamental de su obra. Al ver sus envíos, a pesar de ser invasivo, no podías resistirte a abrir ese mensaje. Otros artistas hacen lo mismo con la cámara: irrumpen en tu intimidad, eso es algo que literalmente Marcos lograba valiéndose del cartero y del servicio de correos.

En alguna ocasión yo le debía dinero y no lograba juntar para pagarle. El jamás te llamaba para eso. Sólo se aparecía. Su forma de irrumpir era muy peculiar, como un auténtico felino, sin hacer ruido, con cautela, nunca lo escuchabas llegar. Ese día llevó su hacha a la galería y se sentó frente a mi escritorio sin decir palabra. Yo, en cambio, hablaba sin parar, explicándole más de la cuenta mis motivos y justificaciones. El seguía sin emitir sonido y yo cada vez más intimidada. De pronto alcé el teléfono y hablé al banco para que me prestaran dinero, pero no lo conseguí . Mi angustia era tal que me paré de allí y lo dejé solo con su hacha en mi oficina. Salí a la calle y por suerte me encontré a Carlos Payán que me vio acercarme con mala cara. Pues qué te pasa. Pues tal y tal y fíjate que arriba está Marcos Kurtycz sin moverse.
Me acompañó y sí, en efecto, pudo constatar que seguía sentado con su hacha. El aire podía cortarse con tijeras. Payán tomó el teléfono y pidió al Uno más uno que le llevaran dinero. No recuerdo la cantidad. El caso es que nos quedamos en silencio sepulcral hasta que trajeron el efectivo. Marcos agarró sus cosas y se fue. Llegué a estar harta de Marcos Kurtycz, de su exigencia, de sus demandas, pero nunca era de los que llamaban ocho veces al día, eso jamás. Lo suyo era exigir tu entrega. A cambio había recompensas que te llegaban si eras receptivo a sus propuestas maravillosas.

En una ocasión hizo un performace en la explanada del Museo Tamayo. Se trataba de una obra autobiográfica como mucho de lo suyo. La parte plástica de Kurtycz pertenece a una iconografía exterior. Por ejemplo, su tipografía, los objetos que fabricaba, el uso del hacha, los sellos y todo aquello que se vincula a su formación gráfica polaca. Luego está el rostro del abuelo que se repite en los impresos. El abuelo judío víctima del nazismo. En el citado performance llegó al bosque de Chapultepec con un carromato como los de los hot-dogs. El carrito se iba desplegando y metafóricamente se expresaba la casa familiar con una mesa que representaba la cocina. Así iba narrando la historia de la familia. En esas estaba cuando comenzó a caer una tormenta. Dejamos de oírlo. En ese momento sacó de algún lugar un pollo desplumado y comenzó a aventar los pedazos a su alrededor. En un performance nunca sabes lo que va a pasar. La sorpresa fue que comenzaron a acercarse las ratas para comerse los pedazos de pollo que él arrojaba mientras nosotros permanecíamos bajo la lluvia. Era de noche y sólo había una luz alumbrando a Marcos y a su carrito. Todo muy teatral. Como él, como su voz, su acento, su forma de seducir a la gente. Su performance de contenido autobiográfico acababa por reflejar la realidad exterior aunque estuviera hablando de la intimidad de su existencia. Y no cualquiera lo logra.
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Conversación con Alejandro Luna
Seguramente conocí a Marcos Kurtycz a través de Ludwig Margules. Y casi desde el primer momento trabajamos juntos.

Recuerdo varias cosas. Por ejemplo, en la obra Lástima que sea puta, se le ocurrió usar un acrílico transparente que puso sobre lo alto de un andamio y allí, sobre esa superficie, trepó a los actores para tomarles fotografías de abajo hacia arriba. Los actores se veían en la imagen flotando en el aire. Sabía colocarse allí, donde nadie más había tenido un punto de vista. Lograba adueñarse de una perspectiva casi imposible. Los actores salían en esa imagen con el vestuario de la obra, responsabilidad de Fiona Alexander. Cada obra de teatro con él era otro experimento. Siempre nos divertíamos haciendo y deshaciendo.

Marcos Kurtycz, antes que cualquier otro, hizo performance en nuestro país. Nadie conocía entonces esos lenguajes, él fue el primero. Después, en el futuro, el tiempo lo alcanzó.

Un día lo llevé a una cena muy formal. El llevaba puesto un saco y en el bolsillo , en vez de pañuelo, un pescado. Una imagen inquietante. Así fue Marcos Kurtycz, con el pescado en el bolsillo y con un hacha en la mano. Saludaba con caravanas, con inclinaciones. Imagínate la escena. Todos en esa cena eran muy propios y se hicieron como que no pasaba nada.

En la ópera Reik’s progress de Igor Stravinsky, con un libreto del poeta W H Auden y cuya puesta en escena estuvo a cargo de Ludwig Margules en 1985, yo me ocupé de la escenografía y Marcos Kurtycz de todo el diseño. El programa de mano, por ejemplo, era un tríptico que al desplegarse se volvía tamaño cartel y era del mismo color que el vestuario. En la puesta, hay un personaje libertino que se casa con la mujer barbada y de allí se nos ocurrió hacer un espacio de hermafroditismo con algunas cosas atroces. En Bellas Artes no les pareció mal, no dijeron nada. Hombres con senos, mujeres con sexo masculino. A Marcos Kurtycz le gustaba hacer escándalo pero, ya te digo, las autoridades no protestaron. En cambio los técnicos sí. La clase obrera es, sin duda, más conservadora. Sus gordas de calendario existen pero en el espacio privado. No en un templo sagrado como el Palacio de Bellas Artes.

Por otro lado, Marcos era muy serio en todo. En el arte, en su trabajo cotidiano. Además fue un inventor de técnicas. Por esa época me regaló unas litografías pero hechas con transfers y con fotos.
En otro sentido, era un romántico a lo Baudelaire o a lo Rimbaud. A veces un dadaísta, un iconoclasta que se dedicaba con devoción a producir imágenes. Y, ya lo dije, un precursor.

El había estado en Cuba como ingeniero electrónico. Marcos era un misterioso adrede, no te contaba toda la historia, ni esa ni otras. Supongo que en algunos aspectos llegó a México atemorizado. No tenía experiencias previas de vida en el capitalismo. Fue construyendo su personaje y lo ejerció como diseñador gráfico y como artista. El sabía de tintas, de imprenta. Mira, para el cartel de la obra Severa vigilancia, usó en vez de papel couché un cartón mina gris de aspecto muy burdo. Sabía lo que uno espera de las cosas e irse por otro lado y sorprenderte. Por cierto, en esa obra fue actor.

En De la vida de las marionetas quería tomar una huella corporal de cada uno de los actores para imprimirla, con sellos de goma, en el programa de mano. Aparecía, por ejemplo, mi mordida. De otros, se podía distinguir una boca, un seno, un puño, unas manos, unos dedos. Resultaba bastante extraño y al mismo tiempo esas huellas establecían un vínculo metafórico con la obra de Bergman, también dirigida por Margules.

Kurtycz estuvo conmigo cuando yo trabajé con Gurrola. Por ejemplo, para el estreno del Teatro Juan Ruiz de Alarcón, él hizo el cartel. En otras palabras, si yo hacía la escenografía, Marcos estaba conmigo y así fue desde que llegó, desde que nos conocimos. La obra con la que se estrenó el Teatro fue La prueba de las promesas del propio Juan Ruiz de Alarcón. Nos dieron un mes para poner la obra. ¡Una locura! Para asuntos de escenografía lo más español que encontramos fue el jaialai. En la primera escena salía un chango, el actor Óscar Yoldi se le veía por momentos sin calzones. En fin, nos clausuraron al mes. El cartel de Marcos era muy acorde con todo ese espíritu. Allí aparecía un Ruiz de Alarcón parecido a Hugo Gutiérrez Vega, director en ese entonces de Difusión Cultural. Cuando decidieron suspender la obra, también suspendieron a Gutiérrez Vega de esa responsabilidad.


Hicimos también algo raro. ¿Recuerdas el Instituto de Comercio Exterior que promovía a México para sus exportaciones? Bueno, nos encargaron un documental pero en realidad era más bien un comercialote. Discutimos si lo hacíamos o no. Sonaba aburridísimo. Lo que podíamos exportar eran telas, motocicletas, canicas, tubos, pintura tipo Comex, electrónica...Las empresas felices de poder promover sus productos. De modo que, cuando aceptamos, podíamos decir “mándenos un millón de globos, o un millón de canicas” Nos divertíamos mucho pero antes, claro, pusimos nuestras condiciones: usar el objeto fuera de su contexto tradicional. Por ejemplo, había tubos de cobre. No íbamos a enseñar en el documental para qué sirven los tubos, ¿verdad? Entonces nos pusimos a hacer esculturas gigantescas o a construir un instrumento musical. Luego, para el anuncio de telas llamamos a unas modelos guapísimas. Yo sabía más de cine y a Marcos se le ocurrían las ideas más locas. El anuncio de la pintura, por ejemplo, en vez de estar aplicada sobre un muro, Marcos la comenzó a derramar sobre un bastidor. Primero echaba el amarillo, luego el azul y así hasta que se formaba un cuadro. Es la serie más larga, enciclopédica sobre comerciales que puedas imaginarte. En una ocasión pedimos permiso para treparnos al techo del Palacio de los Deportes. Las modelos subían con nosotros. Llevábamos grúas. La serie se llamaba “México exporta”

En Polonia, y eso lo traía Marcos en la sangre, existe una tradición distinta a la nuestra. Un diseñador está más ligado a la pintura, a la plástica. Lo mismo hacen escenografía, vestuario, cartel. En México no existe esa costumbre. Marcos Kurtycz abarcó, como el artista que fue, distintos registros y todos con una inventiva y un sello inconfundible.
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Conversación con Helen Escobedo
Marcos Kurtycz era un hombre agresivo, desafiante pero también cariñoso. Después de ser un mandón y de irrumpir, por ejemplo, con un hacha, podía salirte con una sonrisa abierta, maravillosa.
Me sentí entusiasmada cuando lo encontré en la Casa del Lago. Me impresionó lo que hacía con su público. Recuerdo haber subido la mirada porque él estaba arriba de un árbol. Traía ¿cómo explicarlo? unos cinchos de paracaidista. Le colgaban unas bolsitas del cuerpo que uno no identificaba del todo. Después te dabas cuenta que esas bolsitas eran de tinta. Llegado el momento las perfora para escurrirse y chorrearse de arriba abajo. Hecho un asco se quita el equipo y no me acuerdo si se mete al lago en cueros o si sólo en paños menores. Ahí, en el lago, se limpia. Por supuesto, había elegido unas tintas que no dañaran las aguas.
Marcos Kurtycz fue un precursor de esos lenguajes. Un día en el Museo de Arte Moderno, después de haber tenido muchas conversaciones de proyectos en común que nunca aterrizamos, llegó hecho una furia. Yo estaba apenas hallando mi lugar, enterándome de lo que había qué hacer, era nueva en la dirección del Museo.
El irrumpe en mi oficina y pega un manazo en mi escritorio. “Te voy a bombardear”-me dice. “Un año entero, los 365 días”. Dicho esto se da la media vuelta, pega un portazo y se va.
Al día siguiente recibí la primera llamada “carta bomba” al Museo de Arte Moderno. Eso significa que no la mandó por correo postal como la mayoría de las subsecuentes que envió, religiosamente, durante un año completito. Muchas llegaron a mi casa de San Jerónimo. No exagero. Una cada día. Sin fallar. El cartero veía aquellos sobres con sellos y cosas y seguramente pensaba que era la correspondencia de un amante. “¿Qué, seño....ya le llegó otra cartita?”
A veces no tenía tiempo ni para abrirlas, se me iban apilando. El temperamento de las cartas-bomba era variado: a veces poéticas, a veces rabiosas, a veces grotescas: nunca sencillas. El sobre podía venir plano o así de choncho, en tal caso sabía que el papel traería un sinfín de dobleces. Con decirte que una de las serpientes enviadas, de puro papel doblado, mediría, no sé, unos dos metros.
Te confieso que no sabía qué hacer. Si darle las gracias, si contestarle, si iniciar un diálogo a partir de sus bombardeos: decidí no hacer nada.
Algunas de las que llegaban al Museo las apilaba en una caja de cartón y apenas me las devolvieron hace algunos años. Al salir del Museo olvidé sacar esa caja de allí. Como te digo, fueron tantas, nunca falló, ni un solo día siquiera...

Marcos había iniciado una relación conmigo tiempo atrás, en los años en que dirigí el Museo Universitario de Ciencias y Artes (MUCA). Creo haber entendido lo que él se proponía hacer e igualmente sé que él se vinculaba con mis propuestas. De alguna manera me convertí en un factor de empuje para su tremenda creatividad o al menos para esa en específico. Déjame decirte que él jamás se atrasó en el envío de sus bombas. A veces creo que cuando se ponía a fabricar esas cartas hacía varias a la vez. No lo sé, pero a mí jamás me llegaron dos juntas, hecho que hablaba bien del correo postal mexicano, años antes del ciberespacio.

Un día en el MAM estábamos en plena inauguración. Presentábamos diversos libros de artista. De repente se acerca el guardia y me dice: “Maestra, llegó un loco con un hacha”
-“Déjelo pasar”. Yo sabía que era él. Entró con su overol color blanco cargando su hachota al hombro. En el otro brazo llevaba una caja grande de madera. Así entró gesticulando y murmurando quién sabe cuánta cosa. De pronto, en una esquina, deja caer su cargamento con un ruido seco. Lógicamente nos atrapó. Comienza así a desplegar su objeto: saca el poste de una silla como si fuera una pata. Una parte de la caja la convierte en el asiento y él, por la postura que toma, se convierte en silla. Por el respaldo se asoman sus ojos (porque él queda detrás). La silla, por decirlo de alguna manera, está amarrada a su cuerpo. En esa posición comienza a llamarle al guardián con señas de “siéntese, cabrón, si no lo voy a aplastar”. Finalmente alguien más se sienta en sus “rodillas-silla”, creo que fue Macotela, no estoy segura, Luego ensayan otros y otros más. Por ahí andaba su nena de unos cinco años. En eso se le acerca un reportero y le hace la clásica pregunta de -maestro Kurtycz, usted ¿qué está representando?” Silencio. -Mire, es una entrevista para el diario... No obtiene respuesta. -Señor Kurtycz, lo estoy grabando. Y así sigue y sigue intentando lo imposible hasta que Marcos jala a la niña del vestidito y quizá le dice algo al oído o quizá ella por sí misma, no me acuerdo bien, le responde al periodista de modo contundente ay. pero ¿qué no ve que las sillas no hablan?”. Dicho esto, Marcos recogió y dobló sus cosas y se fue sin decir palabra. El público quedó encantado y el reportero como chancla.

Años más tarde yo puse una instalación en Chapultepec. Eran 100 metros de un camino de basura, allí, donde caminan los paseantes del parque. La basura estaba recién pintada de negro para que se viera quemada.
Estaba a punto de inaugurar cuando veo a un tipo en estado lamentable, sentado en la basura misma. Llevaba un sombrero gris, tejido. Me le acerqué a pedirle que se moviera. No se inmutaba ni me respondía. “Lo voy a tener que sacar, señor, estamos por inaugurar”. Me acerqué aún más cuando este hombre volteó para enseñarme la otra mitad de su cara. Estaba con vendajes en el cuello. ¡Eres Marcos! ¿qué haces aquí? Salte inmediatamente. Esto te va a hacer daño, te vas a infectar, ¿qué no ves que es basura? Lo acababan de operar de un tumor en el cerebro. Se levantó erguido, sin mirarme. Traía una pancarta en defensa del bosque y comenzó a repartir tarjetas de “cuidemos el bosque” o algo parecido. Hizo su performance y se fue, como siempre, sin decir palabra. Alguna vez le comenté a Ana, su mujer, que después de su operación, Marcos parecía más sereno. Me daba la impresión que era más fácil hablar con él. Ella me dijo que no. Sea lo que fuere, Kurtycz creó una dinámica muy particular, le llegaba mucho a los chavos: a los de mi generación, no tanto. Yo fui testigo de cómo inspiraba a artistas más jóvenes, en cambio los mayores no entendían su aparente violencia. Adoraba trabajar con fuego, por ejemplo. Marcos era un artista fuera de convenciones tanto como diseñador, performancero y seguidor de su propia pasión y energía.

A veces me imaginaba que su casa era un tilichero y así se lo expresé alguna vez a su mujer. Eso era fácil de deducir al ver los collages, lo que iba juntando para sus obras, para sus cartas-bomba. Podía imaginar todo lo que guardaba en su casa. Supe que tenía hasta serpientes.

Marcos Kurtycz no fue acogido por instituciones, simplemente porque no les interesaba. No fue comprendido en su momento. Su público era acotado: gente joven. Sus seguidores eran setenta, cien personas. Era en toda forma, un maravilloso artista de culto con una ética inquebrantable.

Alguna vez, un artista conocido, contemporáneo suyo, llegó a la Tate de Londres enfundado en una máscara. El guardia lo paró y le dijo que así no podía entrar. El artista pidió hablar con el director. -Dígale que llevo esta máscara porque tengo la cara quemada- le dijo para lograr su cometido. Eso es algo que Marcos Kurtycz jamás hubiera hecho, ¿me explico?


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Conversación con Flora Botton
Marcos, más polaco que el vodka, conoció a Mercedes, su primera mujer, en Cuba. De allí se regresó a Polonia y ya después se vino a México. Hablaba algo de español por su estancia en La Habana. Tenía un talento brutal para las lenguas. Aprendió a escribir más que correctamente inglés y desde luego español. Lo conocí en el Centro Deportivo Israelita, lugar que ninguno de los dos solía frecuentar. Estábamos haciendo un disco LP con textos del Popol Vuh y Marcos iba a diseñar la portada. Te hablo de 1973. La grabación se prolongó muchísimo y salimos muy de madrugada. No me acuerdo qué pasó pero volvimos a vernos. Supongo que me pidió mi teléfono a algo así. Enseguida descubrimos amigos en común, a Ludwig Margules por ejemplo y a tantos más que hasta nos parecía extraño por qué tardamos tanto en conocernos. Me enamoré perdidamente de él, tanto así que al mes ya vivíamos juntos. Nos pusimos a buscar una casa todos los días y la encontramos en San Ángel por pura casualidad. Había un letrero miniatura que decía “se renta”. Al entrar a conocerla supimos que nos íbamos a quedar en esa casa y así fue durante los cinco años que fuimos pareja.
Marcos Kurtycz era distinto a todas las personas que yo conocía: decidido, arbitrario y sobre todo con una creatividad desatada, enloquecida. Era un remolino, no paraba ni un segundo.
Antes de mudarnos, Marcos fue a visitarme al departamento de la colonia Condesa donde yo vivía. Llegó con Anna, su hija de tres años. Todavía recuerdo el impacto de su presencia.
Anna es mi hija y la hija de su madre. Sus hijos son mis nietos y en cualquiera de los destinos donde ha vivido yo la he ido a ver. Soy su segunda mamá y ella mi única hija.
De Marcos me cuesta trabajo hablar. Lo quise muchísimo y siempre nos seguimos viendo. El fue parte esencial de mi familia aunque ya no éramos pareja. Recuerdo cuando se murió mi perro. Marcos vino por él y se lo llevó a enterrar. Una vez una rata se metió a mi casa ¿y a quién le hablé? ¿ a los fumigadores? No, a Marcos. Alguna vez choqué y Marcos me dejó su coche. Marcos por allí y por acá. Sin embargo, como pareja fuimos un desastre. A cada rato movía los muebles porque siempre necesitaba disponer del espacio para sus cosas. Como huracán y torbellino era tremendamente invasivo, pero también puedo asegurarte que así, con intención, nunca le hizo daño a nadie. Podría llevarte entre las patas pero no con ganas de fastidiar. Durante el tiempo que vivimos juntos por suerte no tuvo su época de las víboras porque yo les tengo fobia. Aunque cada quien hacía sus cosas yo solía involucrarme en sus proyectos. Sacaba fotos, le ayudaba a documentar sus happenings y en alguno que otro proyecto sí participé activamente. ¿Recuerdas el Cine París allá en Paseo de la Reforma? A la salida del cine Marcos instaló un escritorio pequeñito con su silla y una máquina de escribir Lettera 22. Yo me senté de frente al camellón y comencé a escribir muy concentrada. La gente se acercaba a ver qué estaba yo haciendo mientras Marcos tomaba fotos del suceso. Si me preguntaban qué hace usted, yo escribía qué hace usted, si me preguntaban si trabajaba en una oficina escribía tal cual la misma pregunta. En este mundo tan ordenadito, tan lleno de reglas, someterse al torbellino Marcos Kurtycz era algo extraordinario. El final de nuestra vida en pareja fue catastrófico, típico de cuando la gente se quiere pero ya no puede estar junta. Siempre mantuvimos un punto de unión en parte gracias a Anna. Y todos, hasta la mamá de Anna, querían que yo la siguiera frecuentando.
En nuestra forma de vivir siempre Marcos hacía maravillas. recuerdo un domingo que estaba lloviendo. Teníamos el lavadero afuera. De pronto Marcos salió y al regresar se trajo unas vigas de aluminio y hojas acanaladas de fibra y le construyó al lavadero un techo. Necesitábamos una estufa porque la cocina sólo tenía quemadores. El horno costaba más que la estufa. Ambos teníamos vochos, así que lo cargamos en el coche de mi mamá porque era más grande. En un rato quedó resuelto el asunto porque para él resolver ese tipo de asuntos era pan comido. A cambio, todo giraba en esa casa, todo perdía su lugar, todo tenía un carácter portátil. Yo sabía muy bien que estaba viviendo con un artista de gran vigor. No había duda. Los dos trabajábamos para el Fondo de Cultura Económica. Cuando me invitaron a colaborar allá, pedí una licencia en la UNAM y entré a dirigir unas colecciones literarias. Salíamos de casa juntos y, eso sí, cada quien llegaba a otro edificio. El tenía un espacio para preparar y diseñar unas colecciones. Digamos que Marcos hacía para el Fondo un trabajo libre, sin horarios pero que le llevaba todo el día. Nos encontrábamos para cenar.

Marcos era menos amiguero de lo que parecía. Mucha gente lo consideraba un gran amigo pero no siempre eran correspondidos. De quien fue íntimo, sin duda, fue de Ludwig Margules. Hablaban mucho de Polonia, de los artistas polacos, de la forma en que cambió la realidad de su país y de las condiciones de trabajo para los artistas. Ludwig, de origen judío, le hacía bromas porque la madre de Marcos también lo fue pero se convirtió para casarse con el padre de Marcos. Se apellidaba Tiefenbrunner. A Marcos no le gustaba que lo relacionaran con ninguna religión. Yo le hacía bromas de que seguro había sido monaguillo y que Woytila le había dado clases en Cracovia.

En una ocasión hicimos un viaje extraordinario a la sierra entre Jalisco y Nayarit, a un pueblo huichol que se llama San Andrés Cohamiata, un sitio incomunicado. Fuimos con un poeta portugués amigo de Marcos muy neuras, lleno de pastillas para los nervios, para dormir, para despertar... Ese pueblo no tenía ni tiendita Consaupo. Las provisiones llegaban por avioneta. Puedes imaginar que el lugar era apartado y solitario. En ese escenario nos ofrecieron probar peyote y resultó una experiencia extraordinaria. Podíamos tocar con los ojos, el oído estaba tan sensible que era capaz de percibir el roce de tu pie contra la hierba. Esto en cuanto a Marcos y a mí, porque el portugués tuvo un viaje malísimo. Esos días fuera de la civilización, en que absorbíamos todo, fueron un regalo. Recuerdo que en pleno viaje de peyote pasamos al borde de una barranca altísima como de 500 metros. Abajo había un pueblo que estaba en fiesta. Marcos, aún en ese momento, sacaba y sacaba fotografías. Como te digo, pasara lo que pasara él nunca dejaba de maquinar.

Marcos Kurtycz se casó dos veces. La primera con Mercedes Escamilla y la segunda con Ana García Kobeh. Con ambas tuvo una hija, Anna y Alejandra. Curiosamente yo estoy muy cerca de todas ellas.
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Conversaciones con Marcos Kurtycz - Ana García Kobeh
Un día cuando trabajaba en el Foro de Arte Contemporáneo a finales de los setenta, allá en la calle del Oro cerca de La Cibeles, entró un sujeto extraño. Yo estaba en el segundo piso flanqueada por Arnold Belkin y Enrique Bostelman. El señor en cuestión vestía todo de azul ,estaba rapado y tampoco tenía cejas. Los zapatos y el cinturón estaban pintados y la camisa y el pantalón eran del mismo tono. O sea: todo azul. “¿Y ese quién es?” le pregunté a Bostelman. “Ese es puto” me contestó sin siquiera voltearme a ver. En realidad Bostelman lo conocía y lo apreciaba. De ahí la broma. Habían hecho juntos el libro de Ciudad Sahagún (que, dicho sea de paso, se ha vuelto un ejemplar difícil de conseguir).
Yo tendría entonces unos 27 años. Cuando Bostelman y Belkin se fueron de la galería me senté en el escritorio a sacar mis pendientes de trabajo. El tipo extraño se acercó, sacó de la bolsa de su camisa un libro dorado. –Ábrelo- me dijo. En las primeras hojas aparecía el dibujo de un tigre. En ese momento él le trazó arriba de las orejas un globo de esos que llevan los comics y escribió mi nombre . Volteó a verme y me dijo “el tigre piensa en ti”. Así entró en mi vida Marcos Kurtycz.

No puedo negar que enloquecí. Quedé tocada por su voz, su presencia. Me invitó a comer y allí empezó un vínculo que transformó mi vida. Duré poco en esa chamba porque durante una acción que se llamó “Muertos en el foro”, Marcos hizo una especie de “sacrificio”. La alfombra se quemó por el ácido fluorhídrico que usaba en el performance. Ese mismo día me corrieron.

Nos casamos bajo el rito maronita. Durante años me dediqué a trabajar con él en todo. Marcos tenía una vida particularmente activa en el mundo editorial, ya sea en el teatro universitario donde se encargaba del diseño y la producción de todos los programas y carteles, como en la hechura de libros. Recuerdo, por ejemplo, el cartel que sirvió para inaugurar el Teatro Juan Ruiz de Alarcón o para la obra Lástima que sea puta. En el ámbito del teatro siempre hizo equipo con Juan José Gurrola, Alejandro Luna y Ludwig Margules, pero también fue el diseñador de las obras de Manolo Fábregas. “Es mi ganapan” solía decir. Su colaboración con editoriales era amplia. Diseñó, por ejemplo, el logo de Nueva Imagen o el que hasta la fecha sigue usando Editorial Diana. Era alguien que siempre tenía las manos ocupadas y la cabeza no dejaba de girarle a toda hora. Mientras hacía el diseño de un libro, simultáneamente hacía un proyecto personal. Poco a poco lo segundo fue ganando terreno. Solía distinguir con bastante claridad la chamba del trabajo y no tenía duda respecto de las jerarquías de ambas actividades.
Paralelamente a su chamba, comenzó a producir acciones, libros de artista (hubo una temporada en la que se propuso hacer un libro diario), instalaciones. En este rubro yo estuve muy involucrada con él. Es decir, entre el 79 y el 82 el cien por ciento de mi tiempo estuve metida con esos proyectos, registraba los hechos o le ayudaba en sus acciones callejeras.
En 1980, por ejemplo, se hizo un performance patrocinado por el CREA y Canal Once que tenía un matiz lúdico. Lo digo porque la mayoría de sus acciones se recuerda más bien con un carácter estridente, ¿me explico?
En esa ocasión, detrás de un panel, cortó dos huecos, sacó los brazos y con una pluma gruesa dibujó un retrato a ciegas. Esas dos manos era lo único que estaba a la vista del público. A partir de esto, Marcos retomó el leit motiv que apareció en otras acciones. Me refiero a su infancia como polaco en la guerra y a la forma en que eso cimbró su vida. En una autobiografía escribió solamente diez líneas y la primera decía: “mi primera experiencia fue la Segunda Guerra Mundial”. Muchos de sus libros de artista remitían a su familia polaca. La rama paterna de su familia era de comerciantes de caballos y la imagen del abuelo con sombrero y traje oscuro fue muy recreada en distintas piezas.

En la vida cotidiana, durante todos los años que vivimos en pareja, permeaba siempre esa actitud de acción, las 24 horas del día. La casa y el taller estaban juntos. No había una línea divisoria que marcara dónde empezaba y terminaba esa frontera. Quienes nos visitaron durante todos esos años, recordarán las charolas que preparaba Marcos. Siempre eran una propuesta estética en la que juntaba objetos disímbolos. Traía el té y el azúcar pero con trastos ilógicos, siempre en torno a una composición. Ah. Y el té, claro, como buen polaco, servido en vaso, nunca en taza.

Nuestra hija nació en 1982. Durante sus primeras fiestas de cumpleaños, Marcos desplegaba sus mejores trucos, en ocasiones excesivos. Una vez llenó la piñata de explosivos y los niños de la fiesta lloraron de susto. En otra fiesta se subió a una antena de una altura indescriptible Puso a volar unas tiras tratadas químicamente. A la hora de colocarles un cigarro encendido, el papel se comenzó a quemar de tal forma que comenzaron a salir palomas desprendidas del papel. Era impresionante verlas volar desde lo alto. Yo casi me muero de verlo trepado a esa distancia.

Para hacer su trabajo, Marcos Kurtycz juntaba todo. Por eso nuestra casa era como la residencia de un pepenador. Imagínate, para hacer un libro diario traía, por ejemplo. todos los residuos de la imprenta. Jamás llegaba a casa con las manos vacías. Teníamos cajas de fibra para tallar los trastes, láminas de unicel, moldes de madera de una antigua fábrica de piezas para ferrocarril, miles de metros de fibra de vidrio y todo el material impreso del cual podía echar mano. Iba al centro y conseguía viejas libretas de contabilidad, hojas sueltas de libros antiguos, papeles raros, estampitas alemanas, estampitas religiosas. Más adelante comenzó la verdadera fauna: una tarántula, una viborita y después una serpiente de dos metros de largo. Vivíamos los tres rodeados de toda esa lluvia simultánea, así que en medio de todo ese caos creativo yo tenía que hacer funcionar el hecho vulgar, simple y cotidiano de comer tres veces al día.

No sé en qué año me compré un mueble precioso de principios de siglo. Aún lo conservo. Una noche cuando llegué, Marcos le había serruchado el fondo porque pensaba hacerle a la niña un teatrino.
Para fabricar sus máscaras, con frecuencia usaba mis cosas. Un día encontré una moneda griega que me había regalado una amiga, una cartera y cosas así. También deshizo un cinturón nuevecito y aprovechó la hebilla para fabricarme un collar. Tenía esa manía de transformar las cosas.

Una amiga de mi hija se quedó a dormir. Marcos quitó todos los libros y objetos del librero y colocó a las niñas acostaditas en los entrepaños para hacer una serie de fotos que hoy forman parte del archivo.
Para él la vida y la obra eran lo mismo, siempre permanecían enlazadas. Por eso se explica la presencia de todos esos elementos de acción en su vida cotidiana, en su vida familiar, de amistad o de trabajo.

Ese mismo principio estaba presente el día que lo conocí cuando se sacó de la camisa aquel libro dorado que hizo por ahí de los años setenta junto con su hija Anna. Fui testigo varias otras veces del mismo acto, como quien da una tarjeta de presentación. Cualquier persona que tenga el libro recordará esa frase tantas veces dicha y repetida: “el tigre piensa en ti”.
La vida y la obra de Marcos Kurtycz fueron eso: una misma línea de acción.

martes, 13 de septiembre de 2011

Retrato del autorretrato del poeta Iván Oñate




Mi querido Poeta Iván Oñate:

Alguna vez me oí decir que uno de los trabajos de la fotografía es latir. Y desde ahí el tum-tum-tum de tu persona late como un buen presentimiento. Como el corazón azul de la poesía.
Y no es que vaya quedando poco del Oñate lo que pasa es que muda su cuerpo al poema y no es tarea fácil convertir al espíritu en un mito.
Lentes como ojos gigantes de un atlante que mira tanto hacia dentro como hacia fuera. Tuve que descargar la foto que aún mordía para ver los detalles que se esconden en el Autorretrato del Poeta.
Puedo decir que lo único real son los libros y el estante detrás del cuerpo humo-carne en su transparencia de envíos. Un moderno Francis Bacon que en vez de proponer la descomposición del cuerpo; Oñate arma con metáforas del aire otro suyo que es y no es su propia imagen. Queda la actitud del desafiante; el cuerpo inclinado un poco al desafío, a la provocación, a la inquietud de quien siempre está de pie pero sonríe por dentro, se sienta, descansa, pero no es derrotado.
El color blanco cubre parte de su carne como ese Picasso que cubre en azul lo que no es negro. Y un 1901 es frío y tiembla y todavía no es Picasso. En Oñate el blanco demuestra la cálida intensión de ir desbordado en un 2011. Espuma que antecede el maremoto que provoca el poeta con su presencia. Lo invernal que precede al otoño.
Dos piernas andan por la garganta del poeta, ahí están, musculosas por el caminar constante de su voz, dándole una impresión de movimiento estático que nos lleva a otras historias de lo sagrado, a otros mundos de la nada.
Egon Schiele se expande en la hoja y muestra desnudo su arte alternando el brinco con la zozobra. Oñate, paciente, espera la mirada del espectador. Mitad él, mitad su entorno que se desvanece. Mitad la carne, mitad la tela: producto de tiempo y paz. Dos fragmentos de pantalla son las pupilas de los anteojos. Barba crecida sin rasurar y cabeza recién afeitada como si un joven monje budista comenzara a habitar el reino del poeta. Tal vez si hubiera una venda, tal vez, si existiera, sabríamos que este hombre sufre mutilado como un Vincent van Gogh.
Pero en donde hay mutilación nace la epifanía, y en donde reina la imaginación nace la paciencia como poeta. Como Oñate.
Leonardo mira a la derecha como si su lado izquierdo lo empujara, Oñate mira de frente; eso queremos creer que hace detrás de los anteojos. Mira de frente como si estuviera inventando el futuro y nos dice como Durero: Ecce Homo. De frente y sin sonreir. La mano de Durero descansa leve sobre su pecho, las manos de Iván viven en el misterio.
Todo el mundo alrededor del poeta son sólo fragmentos como en el autorretrato de Max Beckmann. Fragmentos que son símbolos de destinos posibles. Junto al poeta Oñate un respaldo de silla se asoma por su izquierda y un fragmento de lámpara medio alumbra apagada, medio se presenta sobre unos papeles y objetos indefinibles que reposan sobre una esquina de una pequeña mesa. El símbolo a quedarse en el oficio del escritor, luz de su quietud múltiple y versátil. Locomoción de lo estático. Imaginación del asiento, abismos de lo solo. A la derecha del poeta Iván un fragmento de puerta. Madera oscura-dura trabajada con arte e invitación a salir, al viaje, al misterio de no saber qué hay detrás de ella. Irrealidad y sin sentido, la salida da a la aventura, a las respuestas, al soliloquio del hablante. Puerta madura ya por el uso y trabajo de protejer identidades y secretos. Puerta que tal vez sólo da al baño o puerta que tal vez solo da al espacio. TODO es imaginado en el autorretrato del Poeta Iván Oñate, menos los libros que se asoman por detrás de él. TODO es imaginación y símbolo en el autorretrato del Poeta Iván Oñate.
Un pequeño detalle se me escapaba mencionar, una luna llena le crece al vidrio noche en el lente derecho del Poeta. Anuncio de buenos augurios. Tal vez hay tristeza en su gesto, pero: ¡que alegría la tristeza!




México de los palacios del aire
Septiembre 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

No viven, arrastran de Iliana Vargas




Buscando lo que no buscan: desarmarse sin saber que se desarman. Llorando lo que creen que no lloran: trastocan el invento, deslumbran sus propios ojos colgados de los árboles, secan el fruto recién esperanzadamente parido. No persiguen lo que persiguen obstinadamente: son incapaces de dejarse en paz la costra que, hecha para no olvidar el dolor, da comezón a diario. No dicen lo que estalla en sus párpados caídos en la luz de la nostalgia: gritan, acusan la imposibilidad de desempantanarse, de avanzar con las piernas y el cuerpo limpio, con la arañada conciencia en vías de regenerarse. No añoran lo que perdieron en el fuego, en el óxido, en la telaraña del desasosiego gratuito, del sufrimiento como impostura para jugar al maniquí azotado por la feroz incontinencia de la vida: no lo añoran porque lo sueñan, porque lo acunan en sus tiempos de ausencia, en sus idas al espejo: solos y vacíos. Ah! Pobres puntos apagados, enanas blancas esperando la consumación de su tiempo: no merecen ni un poco de asterisco ni satélite en mi galaxia de los puntos reflexivos. Puedo mirar sus cascarones, sus miradas autoconsumidas, sus corpulencias tintineantes e indefinidas, su inaplazable necesidad de robar a los otros lo que no pueden producir por sí mismos: sobrevivencia autogestiva. Es fácil identificarlos, incluso hablarles y soportarlos: hay que engañarlos haciéndoles creer que creemos sus engaños; no tomamos en cuenta ni sus insultos ni sus alabatorios; no nos interesamos en sus eufóricos proyectos que, como todo lo eufórico, se apaga con su propio incendio; no les hacemos ningún daño, por el contrario, les queremos, les alimentamos el ego y les decimos lo que quieren escuchar con tal de que no sospechen nunca que sabemos lo que de ellos creen que ignoramos: así son los fantasmas de reflexiones puntillosas: escarabajos cósmicos condenados a vagar en túneles que conectan cientos de galaxias: condena ganada a causa de haber sobrepasado la ruta tarifaria de vida que les fue concedida.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Entrevista a Claude Ber por José Muchnik






Claude Ber
El “direcrire”
La poesía en tensión: entre la voz y la vista entre la mano y el oído

Entrevista realizada por José Muchnik
París 4 de febrero 2011

Un momento de sinceridad y creatividad, de amistad y de mesa compartida, un momento de vida, un momento para “no distinguir un apretón de manos de un poema” como dijo Claude al final de esta entrevista, recordando a Paul Celan. Nos acompañaron en este intercambio / ágape / puesta en palabras y en boca, Frédérique Wolf-Michaux (actriz, directora teatral, fotógrafa) y Ester Furmann Muchnik (psicoanalista), a ellas va también mi agradecimiento, su participación fue esencial para que este cronista “amateur” no pierda rumbo entre vientos y verbos.
JM: ¿Cómo ves / pensás la relación de la poesía con “la palabra”? ¿Qué tiene de específico? pues todos los géneros literarios tienen relación con “la palabra”.
Cl.Ber: Distingamos primero la voz de la palabra. La voz va más allá de la palabra, comprende toda nuestra transmisión sonora: entonaciones, susurros, murmullos… tienen valor significante. Alzar o bajar la voz, hablar rápido o pausadamente, tiene significación. La oralidad incluye la lengua hablada pero no se reduce a la misma.

Esta oralidad, esta sonoridad y ritmo de la lengua, es consustancial a los orígenes y a la historia de la poesía, tradicionalmente dicha, entonada, cantada y encantada. Desde las canciones de cuna hasta los salmos mortales, el poema acompaña el misterio entre el nacimiento y la muerte, los chamanes en sus danzas entonan poemas que “hablan” de los orígenes.

JM: ¿Qué relación entre esa oralidad y el “direcrire” (“decirescribir”) del que hablas?

Cl.Ber: El “direcrire” es una manera para mí de designar las tensiones inherentes al poema. Entre, de un lado, el impulso, el aliento, el pneuma griego o el ruha hebreo (donde confluyen materia y espíritu) que atraviesan el cuerpo, la carne donde el poema se encarna, y, por otro lado, el trabajo riguroso de la escritura, la distancia, el retorno crítico. Este juego de tensiones sitúa el poema entre la voz y la vista. Del lado de la voz, el aliento, la inspiración entendida en el sentido físico, inspiración como respiración, estar vivo (por oposición a expirar) , la proximidad, el cuerpo presente en la voz (boca, lengua, cuerdas vocales, pulmones …), voz que entra / vuelve al cuerpo por el oído. Del lado de la vista, la mirada, el “punto de vista”, una cierta distancia que permite apreciar / abarcar, no decimos “punto de voz” o “punto de oído”, no tendría sentido pues dichos puntos no están asociados a una distancia crítica, sino a una proximidad carnal.

Cuando hablo de “direcrire”, estoy hablando de un imaginario en que la escritura del poema sólo se vuelve interesante a partir del momento en que sentimos una tensión entre voz y vista, entre ojo y oído, entre aliento y alejamiento. Para mí son fundamentales las nociones de intervalo, de distancia al equilibrio, de “entre-dos”, es por eso que hablo del “direcrire”, que se refiere no a una conciliación entre el decir y el escribir sino por el contrario a vivir la tensión entre los mismos. El poema va intentar, en una dinámica disyuntiva, la retirada de los dos para que el otro sea, la retirada del decir para que el escribir sea y viceversa, la retirada del escribir para que el decir sea.

Privilegio el “direcrire” pues me encanta el “entre-dos”, es el lugar donde pasa algo, donde algo ocurre. “Entre-dos” es mi residencia favorita, lo que me interesa en la poesía es que es un género impuro, toca la música, el teatro, las artes plásticas … toca y palpa buscando por todos lados su oralidad primitiva, buscando como dijo Artaud su “voz de antes de las palabras” . Me encanta habitar la tensión de la poesía entre la lengua representada por la voz y el discurso crítico representado por la vista. No me gustan los poetas espontáneos, trabajo mucho mis poemas, casi hasta las comas, amo ese trabajo. Pero al mismo tiempo tiene que quedar una tibieza, lo excesivamente intelectual tampoco me interesa, no digo que no sea interesante, digo que no me conmueve. Elegí habitar esa tensión, y si es extrema más a gusto me siento.

Me falta agregar un tercer término, incluido en esa tensión: la mano. El “poïen” griego, significa hacer, un hacer cuya finalidad se haya más allá de sí mismo, no como en la “praxis”. La poesía es un arte manual, como dijo Rimbaud “la mano de la pluma vale tanto como la mano del arado”. El “poïen” es también el tacto, en su sentido más palpable, sexual, por eso podemos hablar de goce en este hacer.

JM: Para apreciar la evolución, me gustaría que nos hables de cómo sitúas la poesía actual con respecto a la oralidad, a la búsqueda de Artaud de una “voz de antes de las palabras”

Cl. Ber: Al comienzo el cuerpo del poema se encarnaba en la voz, la oralidad imponía el aliento, la memoria, como por ejemplo en las odas pindáricas (oda como significación de canto), donde la forma expresada en estrofas, antistrofas, epodas, tenía función didascálica, es decir una didáctica para la puesta en escena del poema. Cuando la poesía cantada, expresada en voces, movimientos, ritmos, “entra en el libro” se torna más rígida. Las reglas y formas del soneto muestran por ejemplo un aumento de los requisitos a respetar, una rigidez progresiva del poema escrito. Pero al mismo tiempo las reglas y formas de la poesía escrita están alimentadas por el “cuerpo primitivo” de la oralidad, están ligadas al aliento, a los ritmos cardíacos.

Volviendo a nuestra contemporaneidad, la búsqueda de Artaud de una “voz de antes de las palabras” ha suscitado en Francia un “aggiornamento” del decir del poema y aún de la performance que marca la poesía contemporánea, incluidas nuevas búsquedas inspiradas por ejemplo en la “Ursonata” de Kurt Schwitters o en la poesía sonora. El panorama es demasiado amplio para recorrerlo en una entrevista, digamos por ejemplo que esta “nueva importancia” de la oralidad va conducir a Serge Pey a situar la poesía bajo el signo de la lengua arrancada de Filomela cuando escribe “Filomela inventa la escritura del poema con su lengua arrancada, toda página del poema es una lengua arrancada a la imposibilidad del canto […] Toda la poesía es una historia de huecos donde la palabra pasa entre dos huecos, la boca y el oído” La escritura es entonces la palabra de una lengua sin boca que desea volver a la boca y el poeta recitando su texto es la metáfora realizada del poema.

Para lo poesía lo que cuenta no es decir algo sino de decirlo de una manera en cierto modo intransitiva, por eso la poesía compromete no tanto la palabra, el lenguaje hablado, sino la voz, con sus matices, sus coloridos, su oralidad que desborda la palabra formulada hacia el grito, el ruido, la entonación… Esto nos trae nuevamente al “direcrire” a la tensión entre la voz y la vista y a todas las combinaciones poéticas que, entre profetas y videntes, entre escuchar la voz de las musas y dar cuerpo a las visiones, conjuga todos los recursos del poema que cobran sentido en todos los sentidos, tanto por la forma, la disposición, sus ir a la línea, sus blancos, sus imágenes, los recursos sonoros y rítmicos encarnados en versos y en rimas, o no, ya que estos últimos son sólo un caso particular de la dimensión sonora y rítmica originadas por la utilidad mnemotécnica, cuando la poesía que se expresaba sólo oralmente era aprendida de memoria. Podemos situar a algunos poetas más de un lado que del otro, si tomamos por ejemplo el dúo Rimbaud / Verlaine, el primero del lado de las visiones, el segundo más bien del lado de la musicalidad de la lengua. Dicho esto aclaremos que hay que evitar las esquematizaciones: el poema utiliza todos los recursos, no hay poemas para la vista y poemas para el oído.

JM: Llegados a este punto me dan ganas de hacerte una pregunta un tanto “naïve” ¿Podrías decir en qué reside el arte poético?
Cl. Ber: La poesía es ese “milhojas”, ese hojaldrado donde todas las capas – lo sonoro, lo rítmico, lo visual, lo semántico y lo sintáxico, los tropismos y las figuras… significan cada uno de manera aislada y al mismo tiempo se combinan entre ellos en todos los sentidos. ¡El máximo de sentido en el mínimo de superficie! así podríamos resumir el arte poético, lo que no significa evaluar el poema según su medida, que puede adaptarse a los tres versos del haïku como a los diez mil de Homero. Lo que cuenta, en el poema breve como en la amplia epopeya, es el efecto de impregnación, el grado y la duración de la combustión. Lenguaje impregnado y que, al mismo tiempo, se obtiene por la depuración, el repliegue, la implacable sustracción. Si no hay riesgo de sobrecarga, y en lenguaje florido adiós la poesía…
Aumentar la carga sustrayendo, desengrasando, desecando, es el abc del arte poético, que no excluye las abundancias, los verbos potentes, la mezcla oceánica. Alcanza con que siempre el rigor de la forma haga contrapeso al impulso. Y ese “alcanza” designa un difícil y casi inaccesible “punto de poesía”. Las maneras de acceder no tienen límites.

El poema es también trampa para poesía, como esos señuelos para atraer pájaros con la esperanza que se ahí se posen. Artificio, evidentemente, sin el cual no hay arte. Y más aún: una regulación minuciosa del artificio- de la poesía- « la más elevada regulación de la lengua”, con un lado artesano relojero, inclinado con la lupa en la mano sobre su obra. La poesía se hace con lupa, hay que mirar de cerca cada signo. Pero naturalmente eso no alcanza, el arte supone el artificio, pero el artificio no alcanza para que el arte sea.

Y hablando “técnicamente”, es necesario un último “entre-dos”: que el poema esté suficientemente presente para existir y suficientemente hueco para que otros lo habiten. Boca que emite, oído que recibe. Presencia, ausencia. Si lo saturamos mucho lo amurallamos, si lo abrimos mucho deshacemos la página y la poesía pasa a través.

JM: Aprovechando que Frédérique está con nosotros y habiendo presenciado algunas de sus puestas en escena, me gustaría hacerle una pregunta: ¿en qué consiste el arte de decir la poesía? Para ser sincero aclaro la motivación de mi pregunta: más que a menudo, en festivales y ciclos de poesía, asistimos en una o dos horas a una lectura en cascada de poetas: ¡seis, nueve, doce, veinte…! Y más que a menudo se trata de un ejercicio tedioso en el que es difícil seguir escuchando al cabo de 20’.

Frédérique Wolf-Michaux: La puesta en escena de textos poéticos puede dar lugar a espectáculos excelentes, la experiencia de la “Maison de la Poésie” de París lo prueba. Dicho esto, precisemos que el decir la poesía es un arte que no es necesariamente el arte del poeta, sino más bien el de una actriz o un actor. ¿Cómo decir la poesía? Decir un texto implica conservar una distancia con el mismo. Si cargas demasiado el texto con tu afectividad, con tu emoción, la persona que está enfrente de ti no puede escucharlo. En teatro si la emoción del comediante es muy fuerte la emoción del público, del espectador, no puede existir, queda reducido a la posición de voyeur, a asistir a la emoción del otro. Hay que decir el texto de manera que tu emoción se exprese al interior y a la vez mantenerte a distancia, trabajar el oído para lograr que la emoción nazca en el otro y no en vos.

Decir un texto es trabajar el desplazamiento de la lengua, dicho así parece tonto, todos estamos en una lengua (maternales, extranjeras…), todos estamos en una lengua que compartimos y nos comprendemos a través de un lenguaje. Cuando dices un texto debes hacer emerger los lenguajes en la lengua, hacer de manera que las palabras se abran. Cuando decimos “chicas”, podemos estar diciendo: amigas, hijas, niñas, etc… En esa palabra “”chicas” podemos hacer entrar todo el imaginario que lleva la lengua en esa palabra, y que el lenguaje transporta, es eso lo que yo llamo “guardar la distancia”. Si estamos suficientemente a distancia podemos jugar con la voz y hacer entender la multiplicidad de sentidos a través de una palabra. Dar a entender un máximo de sentido en un mínimo de superficie como dijo Claude.

JM : Gracias Frédérique me parece muy interesante, podríamos organizar una futura entrevista consagrada al arte de decir la poesía. Claude ¿Qué me puedes decir de la poesía como forma de conocimiento? ¿Existe un conocimiento poético de los seres y de las cosas?

Cl. Ber: Vasta pregunta, podemos afirmar que el poïen, del cual la poesía es una de las expresiones, comparte con la praxis las dos caras de la acción humana, la praxis encuentra su finalidad en ella misma, el poïen fuera de él mismo. Sin sacralizarlo es necesario recordar su importancia en tiempos en que lo expulsan de la ciudad, donde no tiene ninguna rentabilidad inmediata. Platon ya Lo expulsaba en su época,
a los poderes, los que sean, les desagrada el imaginario del poïen y su independencia radical que obedece sólo a sus propias finalidades. Esta gratuidad aparente del poïen que, bajo todas las formas del arte alimenta esa “extraña manía que tiene el hombre de representarse”, no es para nada superficial, alimenta la representación de nosotros mismos, una representación diferente, no sometida a los imperativos de producción. El poïen no es compatible con une visión del hombre como variable de ajuste. Tendríamos, según Hanna Arendt, que explorar atentamente esta relación entre lo poïético y lo político, que pone en juego valores y una cierta idea de la verdad…

¿Hay un conocimiento poético? Yo respondería más bien como Wittgenstein que no hay más que usos de la lengua, discursos de la verdad y que ninguno está autorizado a apropiársela totalitariamente… la poesía es una de esas palabras sobre el mundo que pronuncia también su vertiente de verdad. La poesía dice lo que no se puede decir de otra manera que en poesía. Cuando así no lo hace, versifica o poetiza, es todo y de poco interés. Cuando lo logra, la poesía despliega otra cosa, una vertiente de nosotros mismos, de nuestro ser y de nuestro estar en el mundo, que podemos llamar conocimiento en la medida en que este término se distingue del de saber. Retomando el juego de palabras de Claudel este conocimiento es co-nacimiento. No conocimiento de, sino conocimiento sin complemento, del orden del ser o de la conciencia… La poesía es, pienso en Basho, un modo existir, de ser y estar en el mundo, es también una manera de explorarnos, de inventarnos

Ester Furmann Muchnik: me gustaría hacerle una pregunta a Claude ¿Qué relación hay entre el pasaje a la escritura, la pérdida y la muerte?

Cl. Ber: Gracias Ester por esta sutil pregunta. Hay duelo en la escritura, hay pérdida pero no respecto a la palabra sino respecto al arte, hacer arte es asumir la mortalidad. El arte no es algo que nos ornamenta, somos nosotros que estamos a su servicio, y luego te das cuenta que es inagotable, infinito, y yo no soy infinita, mi palabra prueba que estoy viva, mi escritura no, yo diría que es la prueba de que soy mortal, que transmito una memoria. La palabra es un presente absoluto, y en la poesía está la búsqueda de ese presente absoluto y al mismo tiempo el escaparse del tiempo. Escribir, o hacer arte, es de alguna manera renunciar al goce del instante.

JM: Qué hay de nuevo en la poesía en Francia (formas de escritura, de expresión, de transmisión) ¿Nuevas escuelas, corrientes?

Cl. Ber: La poesía no cesa de desplegar su abanico inagotable… Pero en ese plano sería mala informante, no por no interesarme a la actualidad de la poesía, todo lo contrario, invito un poeta por mes a mi sitio, sino porque esas cuestiones de escuelas y corrientes nunca me interesaron mucho como tales. Esos fenómenos de la vida literaria son necesarios, contribuyen a la renovación de la poesía y al mismo tiempo la encierran en los academismos a la moda

Los manifiestos, corrientes, escuelas… tienen la virtud cíclica de sacudir el cocotero. Lo que cae fructifica sólo por el que sabe sacar provecho. Para describir el estado de la poesía contemporánea francesa, haría falta más tiempo, como profesora de literatura podría presentar dicho panorama, pero en mi calidad de poeta no acepto. No me gusta mucho que “la escuela”, aún en su versión plural de “escuelas”, se prolongue más allá de la escuela con sus bonetes de oro y sus bonetes de burro, sus inclusiones, sus exclusiones, sus exclusividades o sus certificados de poeticidad… Que lo quiera o no, todo poema pone en escena una idea de la poesía. La obra se revela ella misma y revela donde se sitúa el poeta mejor que los discursos, siempre me pareció importante distinguir los roles. La poesía francesa va… Dónde ? En varios sentidos. Pero lo escencial es que vaya… Y ella va. Al menos como poesía. Su difusión por el contrario, sufre de una marginalización habitual hoy en día, ligada no a los valores sino a los no-valores de una sociedad neo-liberal. Al respecto podría hablar largo y tendido de los editores y de las iniciativas que inscriben la presencia vital de la poesía en la sociedad, esto me parece particularmente importante, merecería una entrevista aparte.

JM: Me dan ganas de plantearte una pregunta un poco tonta un poco provocadora: Después de todo ¿Para qué sirve la poesía?

Cl. Ber : ¡Para nada! ¡Felizmente! ¡Lo único que faltaría, que ella también sirva para algo! ¡Aunque si lo humano es evaluado sólo con relación a lo que sirve, sería normal que la poesía sea medida también por la rentabilidad, la eficacidad y el rendimiento! Pero no, mil veces no, no hay que esperar ningún beneficio de la poesía…. ¡Nada! ¡Ni una pizca de beneficio del lado de los movimientos bursátiles! Del lado del haber es pura pérdida. Del lado del ser… ¡Ah del lado del ser!... es otra cosa… para nada una historia de utilidad. ¿Para qué sirve vivir? ¿Para ser parte de los recursos humanos en la perspectiva de un beneficio exponencial? El hombre ¿tiene por finalidad de ser útil? ¿a qué? ¿o simplemente de ser, en la perspectiva de un incremento (espinosista) del ser y con una idea de lo humano que es más bien una búsqueda que una información? ¡Oh là là !, ¡he aquí que la poeta filosofea con esa “palabra valija” en que la ferretería cuenta más que la ontología. Mejor volver a mis hornallas o a mi forja poética, cuestión de mezclar de paso metáforas macho y hembras, domus y agora, y no decir más nada, salvo en poesía, que, como te decía, dice lo que no se puede decir de otra manera que en poesía. Y lo que se dice ahí es tan inútil e inaplicable como indispensable y vital… Como lo escribía la poeta Evelyne Encelot « lo humano es siempre otra cosa»… La poesía tiene que ver con esa “otra cosa” diferente, diferente a lo que deviene el hombre cuando somete su humanidad a otra cosa que ella misma.

Es en una historia de alteración y alteridad, otro de sí, otro del lenguaje, otro del otro, otro que utilitario, que el poema gana su lugar. De una cierta manera, como lo han repetido todos los poetas de todas las maneras, se trata de decir “tu” a todos aquellos que se aman como Prevert, o como dijo Celan, “de no distinguir un apretón de manos de un poema”, de reinventar sin cesar lo humano en lo humano.