lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Por qué una MesAlterada? por Iliana vargas






Resulta que un día estábamos platicando sobre la manera en que los mexicanos somos tan dados a recibir, muy amablemente, lo que se produce en el extranjero: alimentos, ropa, accesorios de uso cotidiano como ipods y computadoras, películas, música, exposiciones, literatura, etcétera. Por supuesto no es nuestra intención dejar de consumir lo que nos guste de todo ello y mucho menos hacernos una capa con la bandera mexicana y enarbolarnos el cuerpo de nacionalismos férreos. En realidad lo que ocurrió fue que nos preguntamos: ¿Y la producción mexicana, a dónde llega, quién la compra, quién la pide, quién la necesita?
Particularmente en las cuestiones literarias –que son nuestras prioridades puesto que a ellas nos dedicamos en tanto que creadores, lectores, investigadores y difusores– nos preguntamos: ¿A quién influye o ha influenciado un autor, una corriente, un movimiento, una propuesta literaria mexicana en el extranjero? Porque una cosa es, nos respondimos, que algunos escritores extranjeros mencionen en algún prólogo, artículo o entrevista a Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Amado Nervo y Sor Juana; pero de ahí a que alguien haya aceptado alguna vez que ha leído, no un poema o una novela de los autores mexicanos “más reconocidos”, sino por lo menos la mayor parte de su obra y que ello les haya influenciado de alguna manera en su trabajo creativo, no tenemos noticias o registros.
Y curiosamente, los escritores mexicanos no se cansan de enlistar a los extranjeros de distintos países, épocas y corrientes literarias. A ellos les dedican estudios académicos, ensayos, artículos, reseñas e incluso hacen traducciones de su obra. Aquí es donde cabe volverse a preguntar: ¿y de los mexicanos, cuándo, cómo, en dónde, quién, se ha afanado de la misma manera? Por supuesto que ha habido encuentros internacionales de poesía; intercambios promocionales/literarios en el sentido de “yo te publico y tú me publicas en mi revista o en una antología”; ferias de libro en el extranjero donde se dan a conocer las “novedades literarias de los autores más renombrados en México”; pero, un diálogo verdadero, a fondo, creemos que no se ha dado.
¿Y por qué?, nos volvemos a preguntar. Pues porque, para empezar, quizá los escritores y estudiosos extranjeros no encuentran en México una “oferta” literaria que valga la pena de estudiarse, no se diga ya leerse, lo cual no debería sorprendernos si tomamos en cuenta que nuestro país –tal vez sin que lo notemos de manera consciente– se ha forjado a partir del reciclaje y de la reproducción de modelos económicos, políticos, culturales y artísticos de otros países.
Esto no tendría que ser terrible si hubiera una retroalimentación equilibrada de lo que se importa y se exporta, esto es, que así como en México el mercado editorial está abierto a autores y editoriales extranjeras, ocurriera un exacto visceversa. El problema es, y volvemos a la literatura, que la poesía y la narrativa mexicana (por mencionar sólo los géneros más “populares”) se han impregnado tanto de influencias extranjeras, que hasta el día de hoy no se ha registrado una propuesta estética literaria lo suficientemente fuerte, capaz de ser un referente más allá de las visiones circunstanciales –todo aquello que testimonia un momento histórico/social específico–; institucionales –todo aquello que se enlista en alguna de las nóminas de los grupos que se distribuyen el poder y los erarios públicos–; mediáticas –todo aquello que se muestra como “lo más representativo de México a nivel internacional” y alternativas –todo aquello que se produce de manera autogestiva y se distribuye de mano en mano, en el mercado underground o en donde se les permite previo acuerdo. En este caso la producción literaria es, en cantidad, igual o mayor a la institucionalizada, pero en ocasiones se vuelve repetitiva en el afán de dejar en claro su marginalidad, y difícilmente plantea una propuesta estética concreta.
Entonces, volvimos a preguntarnos, ¿qué ha pasado con los creadores de la literatura mexicana; por qué en la historia literaria hay un punto de fuga en el que los movimientos que trataban de surgir y plantear alguna estrategia esquemática distinta en el siglo XX no lograron tomar fuerza y cimentarse (pero no para instituirse permanentemente, sino para dar paso a su natural transformarción/ derivación/ oposición); por qué, cuando la década de los setenta parecía ir marcando un buen camino en cuanto a pluralidad de propuestas estéticas en diversas disciplinas artísticas, de pronto hubo un tope, una especie de pausa, como un cohete que se arrepiente de culminar en explosión (como si alguien se hubiera dado cuenta de que la pluralidad es muy difícil de controlar y más vale jalar la cuerda y engavetar bajo llave todo lo relativo al concepto propositivo)? ¿Por qué seguir permitiendo que se avale la homogeneización, los métodos y modos a seguir, los cánones oficiales, el reciclaje?
Marco ya había planteado, en dos textos, gran parte de estas cuestiones (“Por una poesía evolucionaria” http://elojollenodedientes.blogspot.com/2011/03/por-una-poesia-evolucionaria.html
y “Poética de la inconexión” http://elojollenodedientes.blogspot.com/2011/08/poetica-de-la-inconexion.html); sin embargo, quienes se interesaron por el tema y lo apoyaron diciendo que había que escribir y platicar mucho sobre ello, nos fueron dando pauta para que esta mesa surgiera, pues una de las opiniones constantes era: “el problema con los escritores y estudiosos es que no se dejan cuestionar, o se niegan a responder”.
Y tantas preguntas no pueden contestarse entre dos personas que comparten experiencias, críticas y visiones al respecto. Por ello decidimos abrir un diálogo con creadores, investigadores y comunicadores que tienen en común la diversidad de sus perspectivas. Y aceptamos la iniciativa de uno de ellos, Ángel Carlos, de que la discusión y el cuestionamiento se hiciera en la mesa de la casa, de forma tan natural como estábamos discutiendo sobre varios temas aquella tarde, pues no sería necesario un mantel de paño verde ni un señalador con nuestros nombres y mucho menos estar sobre un estrado para hablar, preguntar, escuchar, encontrar puntos en común y divergencias; proponer.
Finalmente, ¿por qué Alterada? No es que estemos planeando discutir a tal punto que todo derive en una gran pelea argumentativa. No. Lo que queremos es darle su lugar a la alteración en el sentido de búsqueda de un diálogo libre de prejuicios, inteligente, sin agresiones pero capaz de defender sus puntos de vista sin temor a ser reprimido.
Alterada, porque es necesario dar un salto de página y alterar, en el sentido creativo, crítico y de estudio, a la literatura mexicana y a todo el aparato que la rodea y de distintas maneras la manipula.

martes, 15 de noviembre de 2011

Carlos Edmundo de Ory un diálogo peregrino




Un diálogo peregrino

Para Laura Lachéroy de Ory


Tomados del brazo, caminamos por entre las tumbas del cementerio de La Madeleine. Después de visitar la tumba de Julio Verne, que en ese momento hervía de flores. Carlos comentó que era extraño, que nunca habían sacado una foto en esas circunstancias. Carlos Edmundo de Ory era un hombre que gustaba de los mágicos rituales mágicos y uno de ellos era llevar a sus invitados a tomarles una foto, junto a él y Laura, en la tumba del viejo Verne. Caminamos y continuaba el diálogo del día anterior, diálogo lúdico y lleno de misterio y de sonrisas. Sonreír era el otro gusto del poeta. Jugar, platicar, mostrar lo invisible. Preguntaba, todo el tiempo preguntaba, interesado en todos los temas posibles. Compartía, otro gusto de Ory, compartir.
Si me imagino de lleno a un poeta humano, humanamente humano, vendría a mi imaginación la figura luminosa de Carlos Edmundo de Ory. No gustaba de los premios, ni de las entrevistas y tampoco de los homenajes, aunque asistió a alguno. Le gustaba querer pero no gustaba de los huecos aduladores o fanáticos de su persona u obra. Se alejaba del mundo para querer al mundo y para crear sus mundos y ofrecerlos cálidamente.
Creador de uno de los “ismos” más extraños y controvertidos de los últimos que surgieron en Europa y el menos difundido. El Postismo. El movimiento postista llegó a México en el año del 2008, en una coedición de Editorial Andrógino y Ediciones sin nombre. Carlos recibió emocionado el libro La mano en la espalda, que reúne los cuatro manifiestos postistas. El primero de ellos se publicó en Madrid en 1945. Año del lanzamiento del Postismo.
La relación de Ory con México siempre estuvo presente: “Pues, yo mismo, Carlos, sé mucho de México y su poesía desde mi niñez gracias a mi padre Eduardo de Ory. Cuando estuvisteis en casa, "el otro día", no se me ocurrió poner ante vuestros ojos el precioso libro de oro de mi padre, edición de M. Aguilar, Madrid 1936, titulado como tenía que ser ANTOLOGÍA DE LA POESÍA MEXICANA. Por orden alfabético desde Acuña (Manuel) n.1849, hasta Zayas Enrique (Rafael) n. 1848. La dedicatoria dice: "A la memoria del inmortal poeta AMADO NERVO mi inolvidable y gran amigo.
E de Ory"”
Efraín Huerta y Octavio Paz, enviaban sus libros a Carlos. Él gustaba más de la poesía de Efraín Huerta. Para mí fue muy grato encontrar en la biblioteca de Huerta cuatro libros de Ory dedicados al poeta mexicano, con esa forma tan llena de colores y de figuras que tenía costumbre hacer en la portadilla de sus libros dedicados. Otros poetas mexicanos que conocía Ory eran: Pedro Damián, Víctor Monjarás, Mario Santiago Papasquiaro. Incluyendo el gusto por la poesía de Roberto Bolaño y de Bruno Montané, que vivieron un tiempo en México. Gran lector de poesía, recomendaba leer un poemario no como se revisa un almanaque, sino había que practicar el brinco de poema a poema, en diferentes días y a distintas horas. Leer uno o dos, cerrar el libro, acomodar el poema en el espíritu y después volver al poemario, abrirlo y dejarse llevar por la luz o la oscuridad del poema en turno. Y así hasta concluirlo en algún momento.
Cuando lo busqué en su casa de Thézy, él estaba solo y abrió la pequeña ventana de su puerta, y después de identificarnos, comentó: que era, yo, más inteligente que los gaditanos. Por haber dado con él, con Laura y la dirección de su casa sólo siguiendo la intuición y los mapas cósmicos de los vasos comunicantes. Le observé sentado en su sillón y comenté que al verle tenía unas ganas inmensas de llorar de gusto y él me dijo que: “si Homero no censuraba a los hombres que lloran tampoco él lo haría” después me pidió que leyera uno de mis poemas. Le gustó. Después me bautizó como un: extriste o como el ogro inteligente. Palabras, era un excelente malabarista de palabras e imágenes. Y como Byron un gran coleccionista de palabras y también de caballos, juguetes y otros objetos de magia o de arte.
No podría elegir a uno de sus libros como favorito. Todos me hablan, todos me seducen de forma distinta. Sus cuentos, poemas, ensayos, todo tiene ese algo especial de lo magnífico. Pero existe algo muy particular y casi embrujante, en sus diarios. Sus diarios son poesía pura de donde nace la vida y la muerte. Tal belleza sólo puede pertenecer al jardín de un genio. Y lo digo con la certeza y seguridad de que es verdad. Un genio humilde. Sus diarios, que detalladamente nos muestran paso a paso, hora a día, las vicisitudes que el poeta tuvo que pasar para encontrarse y cumplir su hermosa misión aquí en la tierra y en la literatura.
Una vez le escribí quejándome de la indiferencia de algunos poetas mexicanos hacia diversos temas o quejándome sobre la corrupción de ciertos poetas, él me contestó: “La poesía si verdadera se paga. Platica más con los poetas muertos que con los vivos.”
Dormí junto a los cuadernos forrados de negro en donde escribía su diario. Los originales que cargaba de un lado a otro, de un país a otro, de un estado de ánimo a otra visión. Hasta que por fin se instaló en Thézy: “Vivo en Francia desde hace mucho tiempo. En París, ya lo sabéis por el Diario. De París me trasladé a la capital de Picardía, Amiens desde 1967 y con Laura mi compañera, pintora, desde 1972. Vivimos desde 1990 en una aldea llamada Thézy-Glimont a 13 km de Amiens en casa propia.”
Cádiz, Madrid, París, Perú, Amiens, vieron ir y venir al poeta en alegre y a veces trágico, desde la visión poética, periplo. Lo constante era su poesía, su sino, su genialidad jocosa. Su amor por los amigos, siempre rodeado de amigos y gente que le quiere. Y él a su vez queriéndolos a todos. Como el mar abraza, como la tierra recibe, como el cielo dignifica la claridad de la frente. Carlos Edmundo de Ory era un mundo de entrega. En lo personal pasear por entre las tumbas y jugar a decir palabras serias, alegres, apesadumbradas, luminosas, fue una lección de vida y de literatura. Jugar para saborear el lenguaje. La bella pronunciación de las cosas junto a un demiurgo.
Con Carlos y Laura compartimos libros, poemas, viajes, collages, e intercambiamos visiones, gustos, sueños, palabras. En el 2004 comenzamos un diálogo que Carlos llamó, en uno de sus mensajes, diálogo peregrino. Y eso es nuestra larga plática. Un diálogo peregrino. Que afortunadamente continúa. Seguimos conversando: Laura, Carlos y yo. Continuamos con el ir y venir del mensaje, de poemas, de pulsaciones que imagino, compartirán los muchos otros lectores. Quien se acerque a su obra comenzará, como yo lo hice en algún momento, a conversar con este bello poeta. Poeta humanamente humano que me sonrió un día y que no ha dejado de hacerlo. Poeta que me abrió su casa, su poesía y su corazón. Que me presentó a mí mismo como poeta, que me enseñó que siempre se puede mostrar uno de muchas formas pero que sólo se puede ser uno mismo de una sola manera: Fiel a la pulsación creativa, fiel al poema.
Carlos y Laura escribieron: Sabed, ojos míos, ajos míos, hijos míos, que Karl Borromäus y Laura de Noves, novios diarios y nocturnos, paganos de la luna y el sol y el arco iris, os quieren
mucho
mecha
macho

y esperan que nos veamos el día siempre pensado


Carlos y Laura





Marco Fonz
Marzo, 2011, México